miércoles, 17 de junio de 2009

En el Laberinto - Una historia en capítulos

Mi reencuentro con Eduardo fue en la clásica confitería de la esquina de las Avenidas Corrientes y Callao, una tarde, fría, en el baño. Estaba raro, no se veía bién. Parecía perdido. Al principio no me reconoció, terminamos tomando un café y cuando finalmente se acordó de mi, y tras la promesa de mantener en secreto lo que me iba a contar que parecía muy serio, comenzó a relatarme lo que sería una parte de su vida.
"A los 22 años me relacioné a través de una novía, María, con consumidores y dilers; ellos se drogaban en esa época fundamentalmente con marihuana y me invitaron a que lo hiciera. Con cierto temor y con la gran emoción de una aventura nueva, por primera vez probé. Recuerdo que reía y terminé en casa de mi novia en una sesión de sexo inolvidable. Y seguí así, con marihuana, con mi novia, en conciertos y reuniones donde se consumía, y hubo momentos en que solo iba a mi casa a comer o a cambiarme.
Un día comenzamos con algo nuevo, LSD, y otra vez con cocaína.
Una vez, con mezcla de pastilas, ahí perdí el conocimiento y mis familiares me llevaron de urgencia a una clínica, allí me realizaron un lavado gástrico que me salvó la vida.
Hubo un parate, una dura advertencia familiar, recomencé mis estudios en la Facultad y por un tiempo y con mucha vigilancia de mi familia, parecía que el capítulo drogas había concluído. Al igual que mi relación con esa novia tildada de mi familia como el demonio, como el mal que me había inducido, perturbado, dañado....
Ya "recuperado", en cierta fiesta, conocí a un grupo muy especial, recomence con mi consumo, con ese grupo de un nivel que mi familia aceptaba por sus apellidos y sus familias, y así seguí consumiendo drogas con mis amigos. Para estos tiempos cursaba en la Facultad, fumaba marihuana en los baños y muchas veces a la vista de todos. Recuerdo que le ofrecí marihuana a varias estudiantes y consumieron, y también hacíamos sexo grupal, nos sentíamos diferentes. Hubo momentos en que viví las 24 hs. consumiendo, increíblemente, aprobaba materias, hacía deportes, y nadie en mi familia tenía sospechas.
Para mi, esa inconsciencia en que vivía era una felicidad, aunque poco a poco me estaba dañando.
Terminé mi carrera, viajé a Europa, al regresar mi familia me "colocó" al frente de una de sus empresas, todo parecía exitoso.
Sin embargo, sentía que algo dentro mío estaba vacío, y lo único que lo llenaba era el consumo.
Tuve una época que me sentía mal, o exitado o deprimido, con mal humor o era el dueño del mundo. Comencé a hacer terapia. En esa época también comencé en una escuela de meditación.
Seguía consumiendo. Menos pero seguía.
En mi nueva empresa, las cosas comenzaron a volverse exitosas. Me relacionaba con gente importante, con funcionarios, con ministros, viajaba, en fin fué una época muy intensa.
Y ocurrió un milagro. Me enamoré.
Creo que ha sido lo más intenso de mi vida. estaba tocando el sol y la luna con mis manos. Estaba con la mujer más maravillosa del universo.
Nos fuimos a vivir juntos, nos amábamos, leíamos poemas hasta el amanecer, viajábamos, nos convertimos en inseparables. te cuento esto, Ernesto, y te juro que me emociono. Hasta su nombre, Mónica hoy es un rayo de sol para mi.
Sin embargo, y no me preguntes porqué, seguía consumiendo. Como me decía a mi mismo, poco y de la buena. Aunque a veces, eso de mantener una "conducta" con el consumo, es tan difícil...."
Eduardo, paró en su relato, sus ojos se volvieron cristalinos y se llenaron de lágrimas. Miró su reloj. Me miró, me agradeció mi tiempo, me pidió mi teléfono, no me dejó pagar las 2 vueltas de café, y me dijo solemnemente: "Ernesto, hablar con vos me ha hecho bién, esta charla no quedará inconclusa, la seguiremos." Me miró con esa mirada profunda, rara y se fué.

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