jueves, 9 de enero de 2014

Drogadependencia y dominación política

La cultura occidental ha sembrado en la sociedad la idea de que la libertad es hacer lo que se quiere. Así se cae en dos de los tantos flagelos de nuestro tiempo: la droga y el alcohol, que obnubilan el entendimiento y hacen de la persona un elemento fácil de manejar.

Edición Impresa: jueves, 09 de enero de 2014
Drogadependencia y dominación política

Por Daniel Tramontana - Ingeniero en Petróleo

La ligereza con que se trata el tema del consumo de drogas, la comercialización y el combate a las mismas, es alarmante y preocupante a la vez.

De tanto repicar en los medios de comunicación, este flagelo ya se ha hecho habitual en el paisaje diario de la sociedad. Es como la mancha de humedad en la pared. Al principio llama la atención y molesta pero, con el pasar de los días, se incorpora al ambiente y pasa desapercibida.

El imperio dominante, con su sistema político y social, el capitalismo liberal, financiero y especulativo, determinó que con la caída del Muro de Berlín, en 1989, las ideologías habían muerto y sólo era posible un excluyente modo de vida: el propuesto por ellos; el consumismo desenfrenado de cosas inútiles, la inmediatez y facilidad de los logros personales y el goce ilimitado de los placeres sensuales; todos paradigmas, hoy, del modo de vida "occidental".

Juntamente con este mensaje se intensificó la difusión del consumo de estupefacientes. Películas, revistas, pasquines con personajes famosos que ofrecen el producto, dan las técnicas de utilización y enseñan a sacar el máximo provecho del mismo.

Hasta inducen a incrementar el patrimonio personal a través de la comercialización. Así se ha masificado el conocimiento de esta plaga y se ha facilitado el acceso a toda la población sin discriminación de género, edad ni clase.

Cuando una persona no tiene pensamientos nobles, elevados, idealistas, que justifiquen su existencia terrenal, es muy posible que sucumba a la tentación de evadirse de la realidad y potenciar al máximo las sensaciones corporales. Cuando eso sucede, el individuo deja de ser persona para pasar a ser objeto. Objeto de sus impulsos inmediatos para satisfacer las ansias del disfrute pasajero de esas sensaciones.

Y como pronto dejan de producir satisfacción sensorial intensa, buscan potenciarla a través del consumo de alcohol, pornografía, música ensordecedora, alienación con luces estrambóticas y, finalmente, con el consumo de sustancias alucinógenas. Ahí ya quedó atrapado en las garras de esas sensaciones.

Luego, el individuo se justifica diciendo que es dueño de hacer lo que le venga en ganas y que nadie, y mucho menos el Estado, debe entrometerse en su vida privada. Como si los hechos de su vida privada no se reflejaran en su actuación pública. Si no, ¿cómo explicar el espectáculo lamentable y denigrante que ofrecen los alcoholizados y los drogados? ¡Hasta se mueren intoxicados!

Claro que cuando necesitan atención para aliviarles el daño que les ha producido el desenfreno, ahí sí, el Estado debe intervenir para dar solución al desarreglo producido por su accionar equivocado.

Pero el hecho central no es negar el consumo de las drogas porque sí. El ser humano tiene una conformación mental diferente del resto de las criaturas vivientes. Tiene raciocinio, tiene capacidad de discernir, puede determinar lo que es correcto de lo que no lo es. Posee libre albedrío. Puede elegir.

Tiene la posibilidad de ejercitar las virtudes cardinales: voluntad, prudencia, fortaleza y templanza; también, si lo desea, las teologales: fe, esperanza y caridad.

Es a estas virtudes que ataca y trata de anular el sistema liberal capitalista cuando ofrece todo ese cóctel de propuestas antinaturales como el consumo de drogas y alcohol, el sexo desenfrenado, la pornografía y demás alternativas a la vida moderada y virtuosa.

¿Qué mejor forma de dominar a un pueblo, comunidad o agrupación de personas que tenerlos idiotizados? ¿Quién les va a cuestionar el orden existente? ¿Qué formación sólida y verdadera van a tener los líderes de las distintas organizaciones sociales y políticas? ¿Qué objetivos nobles puede proponer el dirigente que tiene el cerebro quemado? ¿Qué clase de valores morales y espirituales lo van a guiar?

Encima que destruyen a los individuos física, moral y espiritualmente, ganan fortunas con la distribución de drogas, dinero que les sirve para acentuar más la dominación manteniendo o creando nuevas formas de aplicación.

El modelo liberal capitalista se ofrece a la sociedad en su conjunto pero primordialmente es a los adolescentes y jóvenes a quienes quiere imponerles el modo de vida disipada, sin principios rectores, sin ideales superiores, totalmente contrapuesto al de su comunidad organizada, tal como lo expresan las encíclicas papales y otros pensadores antiguos y modernos.

Esta comunidad, a través de su cuerpo de ideas y valores, justamente, rescata y coloca a la persona humana en el centro de sus preocupaciones, esfuerzos y desvelos. Concibe a la sociedad como un cuerpo armónico donde los intereses, inquietudes, esperanzas y anhelos de los integrantes son contemplados y ensamblados de forma que no se contrapongan entre sí y todos se orienten en una misma dirección, hacia un mismo objetivo: el bien común.

Éste es el núcleo del sistema superador, humanista y cristiano propuesto por la Iglesia Católica, y hoy, por el Papa Francisco, más vigente que nunca, como solución a los problemas del mundo, cuando los dos sistemas materialistas y ateos han implosionado, víctimas de sus propias contradicciones internas, valores antinaturales ofrecidos y aplicados, y sus líderes se debaten en la improvisación y confusión, proponiendo las mismas recetas que nos han llevado al estado de descalabro y disolución actuales.

A pesar de todo esto, las autoridades todavía están discutiendo cómo hacer para enfrentar el flagelo de la droga.

Es como dicen: no hay peor ciego que el que no quiere ver.

http://www.losandes.com.ar/notas/2014/1/9/drogadependencia-dominacion-politica-760634.asp

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