sábado, 13 de abril de 2013

Narcisismo, adicciones y afecciones psicosomáticas

La mayoría de los adictos y de los que padecen anorexia, bulimia, migrañas, neurodermatitis… tienen fracturas narcisistas en su constitución psíquica.
Basado en el mito griego de Narciso (según el cual este joven de incomparable belleza un día vio reflejada su imagen en la superficie de una fuente y se enamoró de ella a tal grado que, incapaz de apartarse y dejar de admirarla, acabó arrojándose a las aguas), el médico austriaco y padre del psicoanálisis Sigmund Freud (1856-1939) introdujo en su obra el concepto de narcisismo para designar el proceso por el que la libido se dirige hacia uno mismo.
Ahora bien, este amor a sí mismo es natural en el desarrollo de cualquier persona.
El niño supera el narcisismo cuando sustrae parte de su amor y lo dirige primero hacia los padres y luego hacia los demás.
“Todo narcisismo es bueno en tanto que uno tiene que quererse y cuidarse, hasta por cuestiones de supervivencia. El problema surge cuando la persona privilegia esa estructura narcisista a costa, o en demérito, de los objetos amorosos, o sea, de los demás, de la otredad”, dice la doctorante Yolanda Bernal Álvarez, académica de la Facultad de Psicología de la UNAM y experta en el tema.
De esta manera, el narcisismo es una estructura psíquica que se va instaurando, de manera inaugural, en las primeras experiencias del niño con su madre, la cual tiene la tarea de hacerlo sujeto para facilitarle la intersubjetividad con los demás, con los otros.
“Nosotros no nacemos sujetos, sino organismos. Por eso, más allá de considerar nuestro cuerpo, alimentarnos, cuidarnos y atendernos en esa etapa de desamparo inicial en que nos encontramos después de nacer, nuestra madre se relaciona estrecha, íntima, amorosamente con nosotros, nos reconoce y así nos da el estatus de sujetos con la estructura subjetiva requerida para la interacción con los otros, con una constitución psíquica instaurada”, comenta Bernal Álvarez.
Es por ello que, cuando la madre no construye al niño como un sujeto, es decir, cuando se mantiene distante, no lo besa, no lo toca, no lo mira, no atiende su dolor, su llanto, su angustia, sus miedos, todo el desvalimiento en que está sumido, se genera en éste una gran inseguridad corporal.
Esta distancia inicial de la madre causa un resquebrajamiento fundamental en la estructura psíquica del niño y hace que surja en él un cuerpo instaurado en la fragilidad. Pero esa fragilidad tiene que ser compensada…
Reflejo
La ninfa Liríope tampoco le da a su hijo Narciso el estatus de sujeto. Por este motivo, Narciso busca reconocerse en su propia belleza y en sí mismo como mecanismo compensatorio.
“Así, permanentemente está buscándose e intentando ser buscado a la vez, porque busca lo que no existe, porque busca un otro en él, porque se trata como a un otro, cuando es tan sólo un espectro, un reflejo, una figura en el agua. Todos estamos constituidos por ese otro, ese otro que nos reconoce y dice: ‘tú y yo somos diferentes’. El yo no existe más que a través del tú: ‘tú me tienes que reconocer para que yo sepa que yo soy diferente de ti’”, indica la académica.
La relación entre un sujeto y otro requiere un equilibrio psíquico, libidinal, de descarga afectiva: te doy y me das para que yo tenga un equilibrio entre mi adentro y mi afuera, entre yo y los otros, entre yo y el mundo.
Pero si un sujeto privilegia la estructura narcisista yoica se empezará a generar un desequilibrio.
Un narcisista siempre está esperando del otro que le venga a dar lo que necesita: amor, cuidados, atención... Y busca en el otro, en ese otro que es su objeto de amor, lo que él es.
Puede buscar, incluso, a una persona parecida físicamente a él, o lo que fue y ya no es: si era una niña bonita y consentida, ahora quiere a alguien bonito y consentido; o a alguien que compense su deseo de ser inteligente y brillante, que como pareja le dé un estatus, un reconocimiento, aunque siempre espera este estatus, este reconocimiento, como un reflejo.
En cuanto a esto último, Bernal Álvarez señala: “El reflejo es un elemento fundamental en el narcisismo: Narciso adora tan sólo el reflejo de sí mismo y esto le cuesta la vida…”
Mecanismo compensatorio
Un narcisista no soporta una crítica o una pérdida. En una relación amorosa establece un pacto egoísta con el otro. Y el día en que el otro le deja de funcionar como esa parte que compensa su propia carencia, deja de existir para él como objeto amoroso, lo ignora inmediatamente y sale en busca de otro espejo.
“Cuando un narcisista termina una relación amorosa, en un dos por tres consigue otra pareja; ni siquiera se da tiempo de procesar un duelo porque, dado que está instaurado en una carencia, no soporta la ausencia de esa sobreestimulación que ha perdido.”
Como su cuerpo está instaurado en la fragilidad, en el dolor, en el sentimiento de no ser querido, un narcisista busca como mecanismo compensatorio un estatus y una identidad en algo asociado a aquel cuerpo.
Entonces es posible que prefiera ser, a nivel inconsciente, hipertenso, asmático, adicto, alcohólico, bulímico, anoréxico… y, por consiguiente, busque estar en un permanente estado de estimulación o adormecimiento para escapar de la fragilidad de su cuerpo, del dolor, del sentimiento de no ser querido.
“Esto puede representar un altísimo riesgo para él, porque empezará a tener afecciones en las que encontrará el espacio de estimulación que necesita y a las que considerará placenteras o con un cierto nivel de goce que lo podrá llevar a una pulsión de muerte”, asegura la académica universitaria.
Tratamiento psiconalítico
Esta unidad de lo corporal, lo somático y lo psíquico conforma una compleja trama que resulta muy difícil penetrar. Por ello, a las personas narcisistas que tienen afecciones psicosomáticas se les recomienda tomar un tratamiento psicoanalítico, pues hay algo más de fondo en su estructura subjetiva que desconocen y podrían desenterrar.
“En tales casos, un tratamiento psicoanalítico es recomendable en tanto el psicoanálisis es una teoría del saber: le permite al sujeto saber más sobre sí mismo. En un análisis psicoanalítico no se le dice al sujeto lo que debe hacer o lo que no debe hacer, lo que está bien o lo que no está bien. Simplemente, el analista colabora con él para que obtenga su propia fotografía, llegue a saber más acerca de su estructura psíquica y decida qué quiere hacer.”
En efecto, cuando el sujeto empieza a explorar, mediante el psicoanálisis, las estructuras primarias de la relación con su madre, es decir, todo lo que entonces se estructuró en su inconsciente, y llega a comprender el pasado, así como las circunstancias, las motivaciones y las expectativas de su madre cuando él nació, puede tener una lectura diferente de sus propios sentimientos, de su propia subjetividad y de su propio cuerpo.
“Lo psíquico y lo corporal integran una unidad indisoluble. Todo lo que nos pasa a nivel psicológico, nos angustia, preocupa, emociona, etcétera, tiene una expresión, un compromiso en lo corporal, y, a su vez, todo funcionamiento corporal tiene un efecto en lo psíquico, en nuestro estado de ánimo, en nuestras emociones. En este sentido, el psicoanálisis apela a una búsqueda de lo soterrado, de lo escondido, de lo que desconoce el sujeto de sí mismo”, finaliza Bernal Álvarez. Más información, en el siguiente correo electrónico: yolabeal@unam.mx
FUENTE: EL UNIVERSAL 

http://www.yancuic.com/yancuic/noticia/21245

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