domingo, 17 de enero de 2010

La Comunidad Terapéutica de Adicciones


La Comunidad Terapéutica de Adicciones
Siempre he sostenido que el tratamiento integral de la patología adictiva es pasible de ser llevado a cabo con pacientes internados o ambulatorios que participan de un programa de comunidad terapéutica. Creo que la elección entre programas de internación o ambulatorio debe hacerse por el grado de compromiso con las drogas, por el grado de desmotivación para cambiar radicalmente el rumbo personal y por el grado de cooperación de la familia. Cuando se ha llegado a un grado de deterioro en las conductas que rodean obtención de la droga: robos caseros, robos externos, defraudación en compromisos personales, incapacidad de detener el consumo la internación por no disponer de alternativas, ni de formación integral del tema. De hecho la internación establece un paréntesis en la continuidad de los hechos como si se estableciera un muro de contención. En el tratamiento de hospital de día la cooperación familiar es franca y cotidiana.


De hecho las instituciones recurren a un período de prueba en el que el mantenimiento de la internación es condicional. En algunos casos se procede a una etapa de desintoxicación, antes de incorporarlo a la comunidad terapéutica.


En el caso del CeIS de Roma, el período de preparación se extiende durante varios meses en los que el futuro paciente recibe charlas, participa en actividades preparatorias, conoce lo que va a encontrar una vez incorporado. En muchas instituciones del mundo era frecuente tener que sortear dificultades, esperas, citaciones, como forma de ablande del paciente. Es que el mismo se acerca habiendo desarrollado una coraza caracterológica que lo rigidiza y no facilita el acercamiento. La institución que lo somete a una cadena de arbitrariedades se está basando en un conductismo bastante primitivo, que se opone a la conducta previa o demuestra que no resulta aceptable.


Al crear la comunidad terapéutica, Maxwel Jones estableció una humanización y una democratización de las prácticas manicomiales arbitrarias, que eran usuales en los hospicios. El resultado en el caso de los pacientes afectados por episodios psicóticos de gravedad fue establecer un nivel de reconocimiento que la participación de la vida de la institución producía una mejoría del estado de perturbación. Esto requiere antes admitir la necesidad de ser ayudado. No hay terapia que se pueda desarrollar sin reconocimiento de la necesidad de recibir ayuda. A su vez, señaló que todos los integrantes de una comunidad son terapeutas potenciales de los demás y que toda actividad del programa debe ser pensada desde lo terapéutico. No dejó lugar al mal uso de los pacientes en beneficio del personal, que es prototípico de los hospitales psiquiátricos.


Cuando diferentes grupos se pusieron en camino en el mundo para buscar un tratamiento eficaz de las adicciones, establecieron sistemas de comunidades con esa denominación pero con diferente inspiración. En casi todos los lugares del mundo (ayudados por la ausencia de políticas de salud) dieron origen a estructuras mucho más rígidas que las desarrolladas por Jones. Instalaron sistemas de recompensa y castigo y en general no se propusieron alcanzar los niveles de democracia ni de horizontabilidad propios del modelo psiquiátrico de Jones.


El conflicto de la comunidad terapéutica psiquiátrica con las nuevas comunidades resultó inevitable y tomó la forma de discusiones en congresos internacionales. Sin embargo, las prolongadas estadías del psiquiatra escocés en diferentes programas del CeIS de Roma lo llevaron a reconocer que los nuevos desarrollos, más allá de cierta rigidez inicial, daban cuenta de una verdadera ayuda terapéutica. O sea que hay una raíz de verdad que trasciende los castigos, las manipulaciones, la utilización del paciente en provecho propio, conductas que además pertenecieron a las primeras etapas y en las mejores instituciones se fueron abandonando. El logro tiene más que ver con haber establecido la transparencia del conjunto de acciones que contribuye a la convivencia; vuelve al participante responsable de sus actos, de sus omisiones, de sus enojos; de tratar con lo compartido entre todos y apelar a los afectos escindidos por efecto de la adicción. La conjunción de entender lo que ocurre en el aquí-ahora y establece su relación con experiencias infantiles permite encarar la historia de las frustraciones, privaciones, malos tratos, sufrimientos o pérdidas.


Las consignas de la convivencia en la comunidad valoran la franqueza en la expresión de pensamientos y sentimientos, y van estableciendo nuevos modos de interacción. La experiencia vivida en la comunidad permite encarar de otra manera la propia historia personal que condujo a una identidad adictiva. Hace posible entender la droga como recurso de negación de padecimientos, de depresiones. En tal sentido, la droga ha tenido en la vida de cada uno el carácter de una muleta cuyo uso distorsiona la realidad y no permite hacerle frente.


El programa terapéutico se basa en la combinación de actividades que deben producir cada día una experiencia de aprovechamiento. Si se recurre a las actividades que pueden desarrollar los terapistas ocupacionales, las asistentes sociales, los musicoterapeutas, los operadores terapéuticos, se recogen suficientes elementos de provecho que facilitan el despliegue de la personalidad de cada uno en los resultados tanto de la tarea como en el modo de encararla. Critico los programas poco estructurados que dejan mucho tiempo libre. Y dejan que todo dependa de poco personal. Considero que no se está aprovechando el tiempo valioso de la internación, para adelantar en el tratamiento. Los programas han y se han dinamizado en el sentido psicológico. El día del paciente y la estructura de la semana debe dar cuenta de esa dinamización.


La concepción de la comunidad es la de un multigrupo en actividad. Desarrolla un proceso que se va desarrollando por etapas, donde la asamblea de todos los pacientes va regulando las incorporaciones y las altas, como el registro de la historia de la institución, y donde se van estableciendo direcciones por medio de proyectos –como puede ser la preparación de una obra de títeres, decidida en conjunto-. Permite la distribución de roles y funciones, y promueve un comportamiento sinérgico en que se unen los esfuerzos de los encargados de cada área. Hay momentos en que se siente latir al unísono la comunidad, como en el caso de las ceremonias ligadas al alta, en general en coincidencia con la finalización del año, donde se produce una evaluación de lo hecho y lo vivido, en presencia de familiares, amigos de los pacientes, ex pacientes, profesionales que efectuaron derivaciones, etc.


Las primeras comunidades terapéuticas de adicciones desconocían los desarrollos de los diferentes aportes teóricos y de las experiencias en grupos, tanto terapéuticos como de actividad. Por eso repitiendo el viejo aserto biológico de que la ontogenia reproduce la filogenia, a medida que se crean nuevas comunidades en el mundo entero han debido ir repitiendo niveles de desarrollo e incorporando nuevas concepciones sobre el rol del coordinador de grupo como facilitador (Rogers), de la distinción del nivel y el contenido de las intervenciones (Bales), del proceso de los grupos (Perls) y de la lectura teórica de su funcionamiento (Anzieu). Es aún posterior el desarrollo de la terapia familiar que no puede ni debe ser desarrollada sin un marco conceptual adecuado (Mara Selvini Palazzoli), ni sin el conocimiento de las estrategias adecuadas a su coordinación (Haley, Minuchin, Andolfi). Es aquí donde el aporte profesional se hace de valor más notorio porque las nuevas conceptualizaciones deben ser estudiadas y no es éste un campo donde se pueda improvisar sin riesgos.


Así como hemos resaltado el valor de la capacitación y la formación rigurosa de profesionales y de técnicos, toda comunidad terapéutica de adicciones debe incorporar las funciones de capacitación permanente del equipo, lo que se logra mediante el recurso a supervisores, la participación en seminarios, el intercambio con otras instituciones, la participación y presentación de trabajos en congresos, la invitación a profesionales y a directores de otras comunidades.


Estamos en todo el mundo iniciando una etapa de consolidación de las comunidades terapéuticas que va a exigir de las mismas –como ya se ve en muchos países- mejores registros de las actividades de cada uno de los pacientes, mejores admisiones, mejor calidad de la hotelería y de las prestaciones terapéuticas. También, mejor terapia de las familias. En cambio, se advierte, por otro lado, un avance sobre los terrenos en que se desarrollan estos tratamientos neurólogos, psicofarmacólogos e investigadores de vacunas. Me parece que amenaza el campo de las adicciones un reduccionismo peligroso. Se va a de las manos con que queremos abarcar el tema, el análisis de los valores, la forja de la identidad, el proceso ilusorio que compensa alguna carencia, la psicodinamia. Se nos prometen tratamientos que ayudan a perder la memoria de situaciones negativas. La comunidad es un intento de análisis integral de la situación personal de la vida de una persona que le permite elegir responsablemente su camino.


Dr. Wilbur Ricardo Grimson

Fuente: http://drogassaberdequesetrata.blogspot.com/2010/01/la-comunidad-terapeutica-de-adicciones.html


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