domingo, 22 de enero de 2012

Tabaco daña el doble a mujeres; adicción se identifica en universidades



Tabaco daña el doble a mujeres; adicción se identifica en universidades
El riesgo de padecer cáncer ligado al tabaquismo es el doble en las mujeres que entre los hombres, según la OMS






Lilian Hernández
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CIUDAD DE MÉXICO, 22 de enero .- Iván Reyes invierte tres horas de su jornada laboral barriendo y recolectando colillas de cigarros en la Universidad Iberoamericana. Todas las tardes antes de que oscurezca retira esos filtros que se pierden entre el pasto y el adoquín. Como si la escoba fuera su radar, una a una las va detectando para apiñarlas en el recogedor y después depositarlas en el bote de basura.
Dispersas en el suelo, son poco perceptibles, juntas podrían almacenarse en diez bolsitas de frituras y desbordarse en un plato de ensalada. Iván junta entre 492 y 503 colillas diariamente, las cuales suman más de 24 cajetillas de tabaco consumidas en un lapso de 12 horas por estudiantes de esa universidad.
En México, los alumnos de nivel superior fuman en promedio de cinco a siete cigarros cada 24 horas en días de clases, pero el fin de semana el consumo sube hasta 30 tabacos, según estimaciones de la Clínica contra el Tabaquismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Sábado y domingo combinan el consumo de cigarro con el del alcohol. En fiestas, eventos deportivos, conciertos o salidas a los antros tienden a combinar las únicas drogas legales en México. Una copa les invita un tabaco, éste otra copa y así sucesivamente, por lo que en esos dos días fuman más de lo que consumen en la semana hábil”, explicó Guadalupe Ponciano Rodríguez, coordinadora de la Clínica contra el Tabaquismo de la Máxima Casa de Estudios.
De lunes a viernes Iván empieza su turno a las 14:30 horas. Alrededor de las cuatro de la tarde su labor es quitar los filtros regados en el área de fumadores que estableció la universidad para promover espacios libres de humo de tabaco y desalentar el consumo entre los estudiantes.
El empleado de aseo empieza por las colillas que se clavan en el pasto, busca las que se esconden junto a las raíces de los árboles, jala las que terminan asfixiadas entre las ranuras de los adoquines, barre debajo de la fuente y con una escoba de ramas secas recoge las que se acumulan en la banca donde se sientan los alumnos.
“Empiezo como a las cuatro de la tarde, barriendo y cascareando colillas. Me toca el área de fumadores y por lo general termino cuando anochece”, relató el trabajador de limpieza quien no rebasa los 24 años.
La rutina y cantidad de cigarrillos no varía “y todo el año tengo que estar recogiendo y barriendo las colillas; es un cuento de nunca acabar”, lamentó.
De acuerdo con diferentes estudios y análisis académicos recientes, la doctora Ponciano Rodríguez señaló que es en la etapa universitaria cuando los jóvenes se hacen adictos a la nicotina. Algunos jóvenes empiezan a fumar en el primer semestre, y los que fumaban en el bachillerato aumentan su consumo en la universidad.
“Muchos estudiantes adquieren la adicción al tabaco entre sus aulas y otros se hacen dependientes a esta droga legal a lo largo de la carrera. Son universitarios que quedan atrapados en la nicotina por el resto de sus vidas”, señaló la especialista en el tratamiento contra el tabaquismo.
La institución en la que estudian no determina la tendencia al consumo. Ya sean de universidades públicas o privadas, del Distrito Federal o de otras entidades de la República, el patrón de conducta es similar: los alumnos tienden a fumar más cuando cursan su carrera profesional sin importar dónde estudien.
Mientras ellos sacian su necesidad de nicotina, Iván Reyes parece un fantasma que en silencio cumple su tarea al tiempo que sus pulmones absorben los daños. Él no fuma, pero su trabajo le impone inhalar más de cuatro mil 800 sustancias tóxicas que despide el humo del cigarro.
“Cuando barro, me pregunto: ¿para qué están los ceniceros? A los alumnos les vale; las avientan donde sea, y aunque me ven barrer, les da lo mismo y las siguen tirando en el suelo”, relató.
La paradoja
Para la doctora Ponciano es contradictorio que entre los universitarios aumente el consumo de esta droga legal cuando se habla de que serán los futuros profesionistas y quienes saben más del daño que causa el tabaquismo.
“En la universidad definen a qué se van a dedicar, qué quieren ser, donde quieren trabajar, pero descuidan su salud. En otros países entre mayor es el grado de educación, la prevalencia se reduce, cosa que desafortunadamente no ocurre en México, pues el Instituto Nacional de Salud Pública ha detectado que entre más educación, también sube la cantidad de cigarrillos y la prevalencia del tabaquismo”, comentó.
Esa tendencia también fue comprobada por el estudio Tabaquismo en la comunidad estudiantil universitaria, elaborado por los investigadores Enrique Colar y Cecilia Cortés de la Universidad Veracruzana en 2010, donde se revela que 13 de cada cien nuevos alumnos que ingresan a esa institución son fumadores y la cifra se duplica a 26 cuando éstos concluyen sus estudios.
En el análisis de la prevalencia y nivel de adicción en dicha institución, los académicos hallaron que los jóvenes de las facultades de artes y medicina son los que más fuman y le siguen los de humanidades e ingenierías.
En ese trabajo también revelaron que 25.8 por ciento de los alumnos de esa institución presentó adicción leve; 41.6 por ciento, moderada y sólo 1.4 por ciento presentó dependencia severa.
Para la doctora Ponciano, quien también dirigió la clínica del tabaquismo del Hospital Gea González, las cifras muestran que los universitarios son más vulnerables al tabaco y que las campañas de prevención “han perdido de vista” a un sector que no le da importancia a los riesgos que implica su consumo.
Iván, por su parte, consideró que pese a ser universitarios “no toman conciencia del trabajo que implica recoger las colillas” que diariamente debe quitar para mantener limpia la zona de fumadores.
Ellas corren más riesgo
Por cada cigarro que fuma una mujer, es como si consumiera dos. Es decir, que en el sexo femenino se duplica el riesgo de padecer cáncer ligado al tabaquismo en comparación con los hombres, según estudios presentados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La coordinadora de la Clínica contra el Tabaquismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Guadalupe Ponciano, explicó que se ha detectado que la fisiología de las mujeres las hace más susceptibles a determinados efectos de la adicción al tabaco, sobre todo, en la producción de cáncer.
Lo preocupante, añadió, es que las jóvenes universitarias fuman igual que los varones y en la misma cantidad, a diferencia de la proporción a escala nacional en la que por cada mujer hay 2.5 hombres fumadores.
“La feminización de la epidemia está más acentuada en los universitarios, porque ellas consumen igual número de cigarros que los varones”, alertó el director de la Oficina Nacional para el Control del Tabaco, Justino Regalado Pineda.
Se consumen más
Desde el punto de vista de salud pública, la doctora Ponciano advirtió que esa prevalencia en mujeres universitarias puede desencadenar en el futuro un número elevado de adultas maduras con problemas de salud asociados al consumo del cigarro.
La especialista prevé que esto será un problema grave de salud pública, porque aumentará el gasto para la atención de pacientes, en su mayoría mujeres, con enfermedades relacionadas al tabaquismo y eso impactará negativamente en el sector salud.
De hecho, ese gasto ya se considera elevado, según reveló un estudio de 2011 elaborado por el Instituto Nacional de Salud Pública, en el que se contabilizó un costo anual de 45 mil millones de pesos en el tratamiento de cáncer pulmonar, bronquitis crónica, efisema, infartos y embolias ligadas al consumo de tabaco.
Proponen endurecer pictogramas en cajetillas
En México, los pictogramas que aparecen en las cajetillas tienen poco impacto en la reducción del tabaquismo entre los universitarios, porque “una rata o unos dientes amarillos no les dice nada del daño que causa la adicción”, consideró la investigadora de la UNAM Guadalupe Ponciano Rodríguez.
Mencionó que para los jóvenes esas imágenes de advertencia son menos agresivas si se les compara con la publicidad que produce la industria tabacalera para atraer a ese sector de la población.
De hecho, el director de la Oficina Nacional para el Control del Tabaco, Justino Regalado Pineda, desestimó la influencia de los pictogramas en la disminución del consumo de cigarros, porque “no buscan que la gente deje de fumar, sólo son advertencias sanitarias para informar sobre los riesgos que puede haber”.
Aclaró que “el objetivo de los pictogramas no es disminuir la prevalencia del consumo”, porque las imágenes que desde 2011 traen las cajetillas de cigarros en nuestro país son únicamente advertencias como las que incluyen las etiquetas de cualquier otro producto.
En contraparte, Ponciano Rodríguez afirmó que las imágenes que advierten el riesgo de fumar sí tendrían que desalentar el consumo, pero son ambiguas y de bajo impacto, por lo que es probable que pasen inadvertidas para los universitarios.
“Para que sea un buen pictograma debe ser una imagen que al verla te desaliente a fumar. Debe hablar por sí misma y no llevar esa leyenda de que el tabaco puede causar cáncer, porque realmente esa frase no surte efecto”, aseveró Ponciano.
Recordó que los primeros pictogramas, como el de la rata, fueron criticados porque no decían nada por sí mismos, aunque los que salieron después sí causan repulsión.
Dijo que en la actualidad no hay una medición de la efectividad de los pictogramas para reducir el consumo, porque es muy prematuro tener esa evaluación, lo importante “es que se trata de una buena medida y que se debe intensificar, para evaluar cuáles imágenes sí tienen o no efectividad”, concluyó.
Los argumentos que se usan en las campañas de prevención para los adultos sobre las enfermedades que puede causar el tabaquismo no funcionan en los jóvenes y por ello se requiere focalizar acciones preventivas ligadas a situaciones cotidianas de sus actividades.
Cigarros sueltos atizan el consumo
El aumento de fumadores en la etapa universitaria conjuga varios factores. Lo hacen para definir su personalidad, mostrar belleza, seguridad o poder, también porque sus papás fuman, porque no quieren ser excluidos del grupo de amigos y porque los cigarros siguen siendo baratos comparados con el precio que tienen en otros países.
El director de la Oficina Nacional para el Control del Tabaco, Justino Regalado Pineda, y la coordinadora de la Clínica contra el Tabaquismo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Guadalupe Ponciano, coincidieron en que además de esos factores, también influye de manera importante la venta de cigarros sueltos, porque los estudiantes pueden comprar uno, luego dos y así hasta que terminan adquiriendo la cajetilla.
Por otro lado, el funcionario de la Secretaría de Salud (Ssa) señaló que la publicidad tabacalera enfocada a ese sector de la población tiene un peso importante, y si a eso se le suma el aspecto del estatus social y de integración al grupo de amigos, los jóvenes terminan generando adicción a la nicotina.
En tanto, la especialista de la Universidad Nacional añade que si el estudiante admira a un personaje que fuma, de manera inconsciente se quiere parecer a él y entonces empieza a fumar.
Un ejemplo muy evidente en la UNAM, recordó la doctora Ponciano, fue cuando surgió el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), pues se veía a más jóvenes fumando pipa por la admiración que surgió por el subcomandante Marcos. “Incluso, en la facultad de Filosofía y Letras vendían pipas”.
Pero también influyen los papás. La Encuesta de Juventud y Tabaco 2006 reveló que 67 por ciento de los jóvenes fumadores tenían papás con tabaquismo y eso revela que ver a los padres fumar “quita automáticamente la percepción del riesgo a la salud”, indicó la doctora Ponciano.
Muchos inician el consumo “para sentirse grandes, quieren ser adultos y fumar es signo de eso, pero también porque consideran que se ven exitosos o atractivas”, explicó el director de la Oficina Nacional para el Control del Tabaco.
A eso se añade que quieren integrarse a un grupo y si deben fumar para no aislarse, entonces empiezan a hacerlo, explicó la doctora Ponciano.
Entre clase y clase, la adicción
La coordinadora de la Clínica contra el Tabaquismo detalló que un foco rojo de la adicción aparece cuando un joven empieza a fumar entre clase y clase o cuando fuma más de diez cigarros al día, ambas variables son señales de que ya existe una dependencia física y sicológica a la nicotina.
Tanto Regalado Pineda como Ponciano Rodríguez concluyeron que entre los 18 y 25 años, los jóvenes creen que su consumo no va a generar adicción y que cuando lo decidan van a dejarlo.
“Algunos, incluso, dicen que sólo van a fumar tres o cinco años y luego lo van a abandonar, porque creen que a ellos no les va a pasar nada en su organismo y eso revela que no alcanzan a entender la capacidad adictiva de la nicotina”, comentó la especialista universitaria.
A esa edad “se comen al mundo, sueñan con su profesión y piensan que las enfermedades son cosa de viejitos”, sin darse cuenta que fumar no es un juego.
Los peligros no se esfuman
Especialistas consultados por este diario exponen las carencias en las advertencias para dejar de fumar y en los efectos para las mujeres.
- Hacer campañas específicas para jóvenes.
- Los argumentos que se usan en las campañas de prevención para los adultos sobre las enfermedades que puede causar el tabaquismo no funcionan en los jóvenes y por ello se requiere focalizar acciones preventivas ligadas a situaciones cotidianas de sus actividades.
- A los universitarios hay que advertirles que fumar disminuye su rendimiento sexual y deportivo, que la piel se arruga más rápido, que el perfume pierde su efecto porque su cuerpo se impregna del olor al tabaco y que el mal aliento afecta las relaciones de pareja.
- La adicción a la nicotina es más severa en las mujeres y existe mayor susceptibilidad al desarrollo de enfermedades asociadas al consumo del tabaco en ellas, como es el caso de efisema pulmonar y cáncer de pulmón.
- El año pasado, la Clínica de Ayuda para Dejar de Fumar del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias atendió en sus instalaciones a un promedio de tres mil 500 pacientes y la Clínica contra el Tabaquismo del Hospital General de México atendió el año pasado a 600 pacientes de todo el país.
- El 9 de mayo de 2011 se publicó la segunda ronda de pictogramas y leyendas de advertencia.
- Hacer campañas específicas para jóvenes.
- Los argumentos que se usan en las campañas de prevención para los adultos sobre las enfermedades que puede causar el tabaquismo no funcionan en los jóvenes y por ello se requiere focalizar acciones preventivas ligadas a situaciones cotidianas de sus actividades.
- A los universitarios hay que advertirles que fumar disminuye su rendimiento sexual y deportivo, que la piel se arruga más rápido, que el perfume pierde su efecto porque su cuerpo se impregna del olor al tabaco y que el mal aliento afecta las relaciones de pareja.
- La adicción a la nicotina es más severa en las mujeres y existe mayor susceptibilidad al desarrollo de enfermedades asociadas al consumo del tabaco en ellas, como es el caso de efisema pulmonar y cáncer de pulmón.
- El año pasado, la Clínica de Ayuda para Dejar de Fumar del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias atendió en sus instalaciones a un promedio de tres mil 500 pacientes y la Clínica contra el Tabaquismo del Hospital General de México atendió el año pasado a 600 pacientes de todo el país.
- El 9 de mayo de 2011 se publicó la segunda ronda de pictogramas y leyendas de advertencia.
Datos
67 por ciento de los jóvenes fumadores tiene padres con tabaquismo. El ver a los papás fumar quita en los chicos la percepción del riesgo a la salud, dice la investigadora de la UNAM Guadalupe Ponciano.
14 millones de mexicanos son fumadores activos, quienes consumen, en promedio, siete cigarrillos al día.






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