jueves, 30 de diciembre de 2010

EL ALCOHOLISMO EN EL TRABAJO COMO INADAPTACIÓN LABORAL

EL ALCOHOLISMO EN EL TRABAJO COMO INADAPTACIÓN LABORAL: UNA PROPUESTA DE REFLEXIÓN, CONCEPTUALIZACIÓN E INTERVENCIÓN
Esteban Agulló Tomás
Universidad de Oviedo.
estomas@correo.uniovi.es
1. INTRODUCCION. EL ALCOHOLISMO, UN FENÓMENO SOCIAL

El alcoholismo constituye un fenómeno complejo, multicausal y pluridimensional. Naturaleza tan diversa requiere irremediablemente un talante abierto, un enfoque interdisciplinario, y un abordaje multimetodológico. Hace ya algunos años nos recordaba John C. Glidewell (Pittman, 1977) estas mismas cuestiones: "En sus combinaciones directas con los fluidos y los tejidos del cuerpo, la absorción del alcohol constituye un fenómeno químico. En lo que se refiere al resultado de sus combinaciones, el alcohol es un fenómeno biológico. En relación con la interacción de las necesidades de la personalidad individual, el alcoholismo es un problema psicológico. Con respecto a su aparición y al curso de desarrollo en una comunidad, el alcoholismo es un fenómeno social". Aunque, de partida, todos los profesionales están de acuerdo en lo que acabamos de afirmar, la realidad dista mucho de las buenas intenciones que suelen prodigarse en foros, congresos, jornadas, seminarios y eventos que tienden a tratar estos asuntos.

En la actualidad, si uno se adentra en la considerable, dispersa y heterogénea literatura existente sobre el alcoholismo, percibe con rotunda claridad la proliferación, a veces absurda, de conceptos y terminologías afines, de reinos taifas (tanto por parte del mundo académico-científico como por parte de los profesionales liberales), de abordajes y tratamientos distintos, de intervenciones dispares, y largo etcétera de problemas y barreras que están dificultando (obstaculizando, bloqueando) una comprensión/resolución (que, como es lógico, siempre implicará el correspondiente diagnóstico, tratamiento e intervención) del problema del alcoholismo que resulte adecuada, acertada, y, en definitiva, útil.

El problema no se ciñe únicamente, que no es poco, a la consideración del alcohol como una de las drogas más consumidas en todo el planeta. Lo verdaderamente preocupante es que dicho consumo resulta cada vez mayor a escala mundial. Es más, lo trágico del asunto es que el uso y abuso de las bebidas alcohólicas no distingue países, desarrollos, regiones, razas, culturas, organismos, personalidades. No sólo que cada vez se ingiere más cantidad, sino que se está incrementando la proporción de la cantidad consumida por persona. De igual forma, podemos constatar la mayor variedad de bebidas alcohólicas que aparecen en el mercado, se están inventando y promocionando, de forma insistente y machacona, combinaciones cada vez más extrañas y explosivas. Así mismo, todas las estadísticas nos muestran el descenso significativo de la edad de la primera ingesta alcohólica. Y así, estaríamos enumerando un sinfín de problemas que merecen atención, estudio y tratamiento pertinentes. Por tanto, nos encontramos frente a una problemática de grandes dimensiones, de graves consecuencias y, por ende, de profundas secuelas en todos los ámbitos que componen la realidad social.

Lo cierto es que procedemos de una cultura occidental en la que el consumo del alcohol ha sido siempre una constante. Se trata de una sustancia que fluye cómodamente por todos los poros del tejido social. Vivimos y nos socializamos en una cultura que rebosa alcohol por todas partes. No es nada difícil toparse con alusiones directas sobre el alcohol en la literatura, el cine, la música, etc. Podríamos decir que constituye una parte esencial y sustantiva del folclore español. Pertenecemos y formamos parte de una cultura celebrativa, una cultura etílica, una cultura donde todo pasa (todo debe pasar) por el filtro de la ingesta alcohólica. Nadie es ajeno y resulta muy complicado librarse del protagonismo del alcohol, ya que está totalmente enraizado en los estilos de vida que la propia sociedad se encarga de reproducir. La vida cotidiana está, por decirlo metafóricamente, vestida y bañada de alcohol. Las celebraciones, las comidas, el ocio, los negocios, los festejos, el trabajo, incluso, los duelos...toda la convivencia diaria está presidida por el alcohol, o éste siempre está implicado, de una forma u otra.

Por lo que respecta a la realidad española, he aquí unas cifras que vienen a constatar el panorama nada halagüeño que acabamos de perfilar. Según los datos presentados por especialistas en el Simposio "Actuación en el manejo de la dependencia alcohólica" (ABC, 15-3-1998), España constituye el séptimo país del mundo en el consumo de alcohol, con una media de 10,41 litros per capita. Un 4% de la población española es alcohólica, o sea, 1.600.000 personas según último censo. Esta cifra se incrementa hasta los 3.500.000 si se contabilizan a aquellas personas que sufren problemas derivados de dicho consumo. En términos económicos, el coste anual por servicios sanitarios y sociales asciende a 661.000 millones de pesetas. Creemos que las cifras hablan por sí mismas y son bastante ilustrativas de lo que queremos avanzar en esta introducción.

Por lo que se refiere al "alcoholismo laboral" vemos que, de entrada, el mismo concepto nos remite a dos términos/problemáticas complejas y diferenciadas. Por un lado, el trabajo (el hecho de trabajar) y, por otro, el alcoholismo (el hecho de ingerir de forma abusiva bebidas alcohólicas). El trabajo constituye un fenómeno tan antiguo como el hombre y, por lo que respecta al alcohol, podemos recordar que ya en las civilizaciones antiguas (por ejemplo, la cultura egipcia, china o mesopotámica, y estamos hablando de 4000 y 3500 a. de C.) el uso de ciertas bebidas alcohólicas era una práctica muy extendida y enormemente significativa, tanto por su carácter ritual como por su ingesta considerable; uso y abuso del alcohol de la que muchas obras de arte legadas por nuestros antepasados hacen gala. Podríamos, por otro lado, reparar en el protagonismo del vino en los textos bíblicos y, cómo no, en la significativa presencia que ha tenido siempre en la historia de la mitología.

Aparte de otros contextos, como es constatado por numerosas investigaciones (CIS, CIRES, EDIS, FAD), el consumo de drogas constituye un asunto que presenta especial relevancia en el ámbito laboral; todos los datos nos indican una correlación positiva (en algunos aspectos, alarmante) entre consumo alcohólico y actividad laboral.

En este sentido, creemos que no sirve de nada desviar la mirada hacia otros ámbitos. El problema del alcohol en el trabajo está ahí. Se trata de una problemática, en muchos casos, soterrada, latente, pero que, analizando su auténtica naturaleza, deviene un fenómeno dramático, tanto para el trabajador como para la propia organización. Estamos ante un problema que está pidiendo a gritos una atención más seria, más profesional, menos voluntarista, menos condescendiente. Por ello, no ayuda en nada edulcorar los datos, maquillar las estadísticas sobre el tema que nos ocupa; se trata, al contrario, de afrontar humilde pero decididamente la naturaleza y los efectos de una de las drogas más toleradas, y a la vez, que más estragos viene generando en nuestras sociedades.

Aquí vamos a tratar de abordar una serie de ideas, conceptos y tendencias (un planteamiento, en definitiva) que sirvan para arrojar un poco de luz al complejo fenómeno del alcoholismo en general, y al laboral, en particular. Por consiguiente, en este trabajo queremos esbozar de forma escueta un marco teórico-analítico que proporcione una aproximación comprehensiva (psicosocial) del alcoholismo en el trabajo.



2. HACIA UNA DELIMITACION CONCEPTUAL: ALCOHOLISMO Y TRABAJO

2.1. CONCEPTO DE ALCOHOLISMO

¿Qué entendemos por alcoholismo? Intentar definir el fenómeno del alcoholismo resulta, como la mayor parte de conceptos, una tarea difícil y arriesgada. Difícil, por la naturaleza tan compleja que supone esta problemática y por la ingente cantidad de definiciones que se han sucedido a lo largo de los últimos años (revisión que obviamente no vamos a realizar aquí ya que escapa de nuestro objetivo inicial que es proponer un nuevo marco de reflexión teórica); y arriesgada, por la propia imposibilidad de ofrecer un concepto que resulte mínimamente consensuado y aceptado por la diversa pléyade de científicos y profesionales que vienen dedicándose al propio fenómeno. De todas formas, ya en 1955 la OMS intentó ofrecer una definición del alcoholismo que rezaba así: "Son alcohólicos los que beben en exceso y cuya dependencia respecto del alcohol ha alcanzado un grado tal que determina la aparición de visibles perturbaciones mentales, o cierta interferencia en la salud física y mental, en las relaciones interpersonales, y en el adecuado funcionamiento social y económico". Como se puede observar a primera vista, resulta un concepto muy descriptivo, vago y, por tanto, poco operativo y práctico.

Las definiciones sobre alcoholismo han pecado de estas características (unidimensionalidad, ambigüedad, reduccionismo, etc.), derivando siempre en la imprecisión terminológica y/o en el libre antojo definidor del profesional-enfoque de turno. Como ejemplo, valga la crítica de Pittman (1977) al concepto de aportado por la OMS el cual acabamos de aludir : "...el sentido de la palabra ´adecuado´ queda librado a la discreción del investigador". Aquí también se podría entrar en la absurda controversia de quién fija los criterios/niveles/estándares de lo "normal" versus lo "desviado", lo "adecuado" versus lo "improcedente"... El debate sería tedioso y un tanto absurdo. Por tanto, no entraremos en él en esta ocasión.

Otros autores prefieren hablar de "síndrome de dependencia del alcohol" en vez de alcoholismo en sí (véase esta problemática definitoria en Rodríguez-Martos, 1989). En este sentido, la Asamblea Mundial de la Salud, en 1976, definía este síndrome como: "Un estado psíquico y habitualmente también físico, resultante de tomar alcohol, caracterizado por una conducta y otras respuestas que siempre incluyen compulsión por tomar alcohol de manera continua o periódica con objeto de experimentar efectos psíquicos, y algunas veces, para evitar las molestias producidas por su ausencia, pudiendo estar presente o no la tolerancia". Este enfoque básicamente médico tiende a destacar el cuadro sindrómico-epidemiológico del alcoholismo. En consecuencia, por no abundar más en el asunto, creemos que el determinismo, la unidimensionalidad y el espíritu corporativista resulta patente desde el primer momento de la conceptualización. Hecho que, a nuestro juicio, dificulta una aproximación integral al fenómeno del alcoholismo, sobre todo, desde la perspectiva psicosociológica que aquí propugnamos.

2.2. CONCEPTO DE TRABAJO: LA CENTRALIDAD DEL TRABAJO

Aludir al debate de la centralidad/acentralidad del trabajo puede servirnos para conocer el alcance de la concepción actual del trabajo. Aunque no podemos extendernos en este debate (para ello véase MOW, 1987; Blanch, 1990; Alvaro, et al., 1995; Agulló, 1997, entre otros), vamos a referirnos directamente al fenómeno sin rodeos. El trabajo, como indican la mayor parte de estudios e investigaciones (Blanch, 1990; Alvaro, 1992; Alvaro, et al. 1995; Salanova, et al., 1993; etc.), sigue ocupando una posición central para la mayor parte de componentes de las sociedades occidentales. Así mismo, sigue ejerciendo como eje vertebrador de creencias, actitudes y otro tipo de opciones esenciales. La actividad laboral, a pesar de su diversidad, crisis, cambios y quiebras sufridas en los últimos años (véanse las críticas de Offe, 1984; Bell, 1976; Gorz, 1995), continúa actuando como principio supremo organizativo de las estructuras sociales. A pesar de lo que viene denominándose como "crisis de la sociedad del trabajo", éste sigue cumpliendo su función integrativa (otorga significado y coherencia vital), proporcionando estatus y prestigio social, ofreciendo una identidad personal, social y laboral. El trabajo constituye algo más que un simple medio de obtención de bienestar material, deviene una importante fuente de satisfacción personal, reorienta el sentido del tiempo existencial y organiza los espacios sociales cotidianos. El trabajo es y posibilita, a su vez, un contexto de afiliación, vinculación, participación, comunicación e interacción grupal; la actividad laboral proporciona oportunidad para el desarrollo de aspiraciones, planes, expectativas, conocimientos, actitudes, habilidades y conductas sociales y profesionales; el trabajo significa fuente de sentido para la vida misma (Blanch, 1990).

De este conjunto de funciones positivas del trabajo o generadoras de bienestar psicosocial podríamos deducir, operando teórica y conceptualmente a la contra, las disfunciones o funciones negativas que ocasiona de manera genérica el hecho de trabajar. Para no extendernos en este punto (le remitimos para más información a Alvaro, 1992; Agulló, 1997), podemos concluir que el trabajo resulta negativo o disfuncional psicosocialmente cuando no posibilita la integración, adaptación y/o desarrollo psicosocial de los individuos. Hecho éste, como veremos, es el que acontece a los trabajadores que, por ejemplo, consumen cantidades excesivas de alcohol. La dificultad/imposibilidad de trabajar (inclúyase aquí, entre otros, el fenómeno del desempleo) o trabajar en condiciones precarias (sea cual fuere su modalidad y/o duración), deriva en situaciones de riesgo de inadaptación laboral, primero, y social, después.

3. BINOMIO ALCOHOL-TRABAJO, UNA COMBINACION EXPLOSIVA

3.1. EL CONSUMO DE ALCOHOL ENTRE LA POBLACION TRABAJADORA EN ESPAÑA: TENDENCIAS Y PERFIL PSICOSOCIOLOGICO

El alcohol se nos presenta, junto con el tabaco, como la droga más consumida en todo el territorio español. Su aceptación y tolerancia sociales conforman un fenómeno generalizado y, por tanto, digno de preocupación y estudio. Aparte de esto, que es la base fundamental del problema (ya que se nos socializa en una cultura y en unos hábitos que fomentan abiertamente el consumo excesivo de alcohol), todo parece indicar que la población trabajadora posee un nivel de consumo de alcohol más elevado que el resto de la población (véanse los informes EDIS, CIS, CIRES, FAD). Pero, ¿a qué se debe esto? ¿cuál es la razón de esta correlación y de este incremento?

Primero que todo cabe señalar que en el año 1987 se llevó a cabo el primer estudio sobre la incidencia de las drogodependencias en el medio laboral. Fue un informe realizado por EDIS (Navarro, 1987) para el Departamento Confederal de Servicios Sociales de la UGT. Por tratarse del primer estudio de ámbito nacional vamos a hacer mención de los principales resultados del mismo, para seguidamente proceder a compararlos con el último estudio que se ha realizado en 1996 (casi una década después) por el mismo equipo y promovido por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

En el estudio de EDIS del año 1987 se estableció la siguiente tipología de bebedores (teniendo en cuenta los centímetros cúbicos de alcohol puro ingerido):


Como resulta obvio, los tres tipos últimos son los que ofrecen una ingesta de alcohol muy por encima del promedio diario que el organismo humano es capaz de eliminar. Por tanto, estos tipos de bebedores serán los que se encuentren en situación de riesgo y de grave riesgo alcohólico. Tipos que deben figurar como objetivo prioritario en el tratamiento del alcoholismo laboral, aunque, como veremos, no constituye ni mucho menos el único objetivo. En este sentido y hablando de objetivos, creemos que políticas de información, sensibilización, prevención, son fundamentales para que el alcoholismo en el trabajo no siga generando problemas y daños irreparables como ha acontecido en los últimos lustros. Aunque, como trataremos a continuación, el problema del alcohol en el ámbito laboral es una cuestión más delicada de lo que a simple vista parece.

Volviendo al tema y al mismo informe, podemos señalar el consumo medio diario de alcohol de los trabajadores en el siguiente cuadro (véase también en Gil et al. 1992 y 1994, otras tipologías de bebedores semejantes a la que aquí manejamos):

Consumo medio diario de alcohol entre los trabajadores

Tipología de bebedores según cc. de alcohol puro de consumo promedio diario

% sobre colectivo de trabajadores

Número aproximado de personas

Abstinentes

(0 cc. Alcohol)

29,8

1.937.000

Ligeros

(1 a 25 cc. Alcohol)

19,4

1.261.000

Moderados

(26 a 75 cc. Alcohol)

26,7

1.735.500

Altos

(76 a 100 cc. Alcohol)

7,9

513.500

Excesivos

(101 a 150 cc. Alcohol)

8,7

565.500

Gran riesgo alcohólico

(Más de 150 cc. Alcohol)

7,5

487.500

TOTAL

100

6.500.000

Fuente: EDIS, 1987

Si sumamos los porcentajes de los colectivos de trabajadores en los que su consumo promedio de alcohol diario es alto, excesivo y de gran riesgo, podemos hacernos una clara idea del panorama tan dramático al que puede llegar el fenómeno del alcoholismo en el ámbito laboral. Es decir, un 24,1 % de los trabajadores (casi 1 de cada 4), o sea un número aproximado de 1.566.500 personas trabajadoras, se encuentra en situación real o potencial de alcoholismo.

Otro dato, más bien tendencia, que merece destacarse es que el nivel de consumo de alcohol por parte de los trabajadores es superior al conjunto de la población. Mientras que el cómputo total de la población que consume más de 75 cc. de alcohol puro asciende a 11,2 %, el promedio de los trabajadores se eleva, como ya hemos advertido, a 24,1 %. La diferencia es considerable y, por ende, preocupante.

En los últimos años se ha desatado la alarma, tanto por parte de autoridades y profesionales como por parte de los medios de comunicación de masas, ya que el fenómeno del consumo de alcohol en los fines de semana ha adquirido cifras de escándalo. Sobre todo, el consumo juvenil de bebidas alcohólicas. En este sentido, observamos que las pautas del consumo alcohólico difieren según se trate de día laboral o fin de semana. Cuando se dice que el consumo de bebidas alcohólicas es principalmente la expresión de patrones culturales, se constata con el incremento de la ingesta de alcohol durante los fines de semana (véase para más información sobre este particular Sanchet-Turet, 1993; Elzo et al.1994; Secades, 1996). Siguiendo la misma encuesta (EDIS, 1987), y teniendo en cuenta al conjunto de bebedores, se observa una diferencia igualmente significativa; en este sentido, se puede observar que el consumo medio diario de alcohol en cc. es el siguiente:

Días laborables: 64,99 cc.
Fines de semana: 88,33 cc.
Consumo promedio: 72,33 cc.


Fuente: EDIS, 1987
Compárense los porcentajes del informe EDIS de 1996 sobre este consumo de alcohol en particular, el consumo muestra una tendencia a la baja:

Días laborables: 60,81 cc.
Fines de semana: 75,55 cc.
Consumo promedio: 67,05 cc.

Por otro lado, si observamos el perfil sociológico que presentan los bebedores excesivos y de alto riesgo podemos extraer algunas conclusiones que ya se sospechan, pero otras bastante reveladoras (similares conclusiones se pueden cotejar en Gil, et al. 1992, 1994):


* Los trabajadores varones consumen más alcohol que las mujeres trabajadoras (no se olvide que el porcentaje de mujeres en el trabajo es considerablemente inferior al de los varones).

* Los trabajadores jóvenes y los de edad intermedia ingieren más alcohol que el resto de edades (no descuidemos el fenómeno del consumo juvenil de alcohol durante los fines de semana; este fenómeno puede servir de iniciador-potenciador del consumo de alcohol en el trabajo).

* Determinados sectores laborales (minería, construcción, hostelería, comunicaciones y química) concentran un índice mayor de ingesta alcohólica.

* Los trabajadores de ideología radical, de uno u otro extremo, consumen más alcohol que el resto.

En un estudio elaborado por García et al. (1988) para CC.OO. con la finalidad de analizar la actitud de las empresas españolas ante el alcohol y otras drogas se concluía que el 33% de las empresas se ha planteado el tema del alcohol-drogas desde el nivel directivo en alguna ocasión, variando, eso sí, según el tamaño de la empresa (63 % de las grandes empresas y el 50% de las medianas se han planteado alguna vez el problema). A nuestro juicio, el planteamiento nos parece escaso, sobre todo, si se tiene en cuenta el elevado porcentaje de trabajadores que están afectados, así como por las graves consecuencias que entraña para la buena marcha de la empresa (absentismo, siniestralidad, bajo rendimiento, etc.). Así mismo, un exiguo 6% de las líneas de dirección percibe que el consumo de excesivo alcohol afecta a más del 20 % de los trabajadores de sus empresas. O visto desde otra perspectiva, el 53% de los directivos estima que el consumo de alcohol afecta tan sólo a entre el 0% y el 5% de los trabajadores de sus empresas. Para los directivos, un 34% considera "mayor gravedad" a las drogodependencias no alcohólicas, mientras que tan sólo un 4% tilda de "mayor gravedad" el alcoholismo.

Como se desprende de este mismo informe, en la mayor parte de planteamientos del problema del alcohol (y otras drogas) nace de la detección de casos individuales (58%), nunca de una detección sistemática y global. A su vez, de las empresas que se plantearon el problema del consumo del alcohol, un 62% desplegó alguna iniciativa. Las iniciativas que se llevaron a cabo fueron siempre de forma puntual y con acciones puntuales (62%), nunca estructuradas en programas diseñados específicamente para atajar seriamente la problemática. Además, tampoco existe una política consensuada con respecto a este tema, el 48% de las ocasiones en las que la Dirección llevó a cabo alguna iniciativa, la materializó sin tener en cuenta a los otros estamentos de la empresa (por ejemplo, tan sólo en el 31% de los casos se contó con la representación sindical).

De los datos y conclusiones de este informe se evidencia cómo la permisividad sociocultural existente con respecto al consumo del alcohol se adentra totalmente en todos los ámbitos de la empresa y de la actividad laboral. Un ejemplo de ello lo ofrecen las cifras aportadas por los S.M.E. (servicios médicos de empresa). El 72 % de los S.M.E. cree que existe una actitud de tolerancia por parte de los directivos con todo lo que se refiere a la ingesta de alcohol en el ámbito laboral. Los representantes sindicales coinciden con esta impresión de permisividad con relación al consumo alcohólico desde el nivel directivo, en este caso un 57%.

Por otra parte, el 79% de los directivos encuestados consideran justo y adecuado el artículo 54.2 del Estatuto de Trabajadores que regula el despido por causa de embriaguez habitual o toxicomanía (el 57% estaría dispuesto a aplicarlo). En cambio, casi el 50 % de los S.M.E. no está de acuerdo con este artículo. Para los sindicatos, el desacuerdo llega al 59%. Ambos estamentos consideran que el consumo problemático de alcohol (y otras drogas) debería de disponer de una baja laboral por enfermedad como medida alternativa al despido (81% los SME y 85% los sindicatos). Para los representantes sindicales, siguiendo el mismo informe, el trabajo repetitivo y desmotivador es la causa más frecuente que encamina al trabajador al consumo de alcohol y drogas. No obstante, sobre las condiciones de trabajo y su influencia en la ingesta alcohólica hablaremos más adelante.

Si nos remitimos, como ya hemos advertido, al último informe sobre la incidencia de las drogodependencias en el ámbito laboral (FAD, 1996), y lo comparamos con los resultados del estudio de 1987, podemos observar de entrada un descenso considerable de las altas tasas de consumo de alcohol en el entorno que estamos abordando. Si en la primera referencia el consumo de alcohol por encima de los 75 c.c. era del 24.1% de los encuestados, en la referencia actual desciende significativamente al 14.4% de los mismos. No obstante, como señalan los autores del estudio: "...siendo un dato muy positivo, no debe ocultar que aún es muy alto y preocupante el consumo abusivo que hace un amplio grupo de trabajadores", y advierten: "...el cual está unos cinco o seis puntos por encima del consumo del conjunto de la población".

Adentrándonos en la evolución de las tendencias de los consumos a lo largo de la última década, observamos (véase tabla siguiente) que en lo que se refiere a la ingesta de alcohol el día anterior por parte de trabajadores asciende a un 52.2 % y los parados a un 44 %. Cabe destacar que los porcentajes de respuestas afirmativas son ligeramente superiores en los trabajadores con empleo que en el colectivo de trabajadores en situación de desempleo.


Por lo que se refiere al tipo de bebidas consumidas (el día anterior) son la cerveza y el vino las preferidas por los trabajadores ocupados en un 28.3% y en un 26.0% para los trabajadores en desempleo. Un dato alarmante es el consumo de aquellas bebidas cuyo grado de alcohol es muy concentrado (o sea whisky-vodka, combinados y licores). Si se suman los porcentajes de consumo de este tipo de bebidas las cifras son preocupantes: los trabajadores ocupados con un 24.9% y los parados con un 28.4%.

Si comparamos los datos de la tabla (tipo de bebedores en el día anterior, según consumos) que ya apareció en el estudio de 1987 (EDIS), podemos observar precisamente el descenso actual de los nueve puntos en los consumos de alcohol abusivo (altos+excesivos+gran riesgo alcohólico) que habíamos destacado anteriormente.


Se trata de un 14.4% de trabajadores ocupados y un 16.0% de parados los que superan un consumo de más de 75 c.c. Cifras, insistimos, que hablan por sí mismas, y que, creemos, merecen algo más que mera atención. Como señalan los autores del informe (Fad, 1996): "...resulta precisa la intensificación de las acciones de concienciación y prevención ante los riesgos que comporta el consumo de alcohol en tan altas cantidades". Repárese también, para salir de dudas, en la suma de los consumos ligeros y moderados por parte de los trabajadores ocupados, ésta asciende a un 37.8% (el 27.9 % para los desempleados).

Si se observan los cruces de variables sobre esta cuestión realizados en el estudio, los resultados son verdaderamente significativos. "Un 9.2% del total de trabajadores ocupados, no solamente bebe de un modo abusivo (por encima de los 75 c.c.) sino que además, lo hace habitualmente: a diario el 8% y 5 ó 6 días a la semana un 1.2%". Por lo que se refiere al género, podemos constatar que los hombres beben de forma abusiva en cifras mucho más elevadas que las mujeres: una proporción de 19.9% a 3.9%. En lo que respecta al consumo según la edad de los trabajadores, comprobamos que el consumo excesivo se da principalmente en los intervalos etáneos de 25-34 años (15.3%) y de 35-44 años (17.1%). Los datos y, lo que es menos halagüeño, las pautas y perfiles generales son casi coincidentes con respecto al informe de hace ya una década. De ahí que, a pesar de los avances, no se pueda bajar la guardia.

Como podemos constatar en la siguiente tabla, el perfil de los bebedores abusivos (recordamos, que consumen por encima de 75 c.c) es "amplio y un tanto diverso", ello se debe, como ya aludimos en la introducción, a la generalizada tolerancia social sobre este tipo de prácticas y consumos. Esta amplitud y diversidad "se corresponde con la extensión que tiene el consumo de alcohol en todas las clases y estratos sociales" (Fad, 1996). No obstante, véanse en la siguiente tabla, para no extendernos en demasía, los datos resumidos del perfil de los bebedores abusivos.


4. INADAPTACION LABORAL: SALUD Y CONDICIONES DE TRABAJO

Si nos remitimos al enfoque o marco teórico-conceptual que propone la disciplina Inadaptación Laboral para tratar el fenómeno del alcoholismo en el mundo laboral, podemos indicar que su objeto de estudio estriba en analizar el proceso dinámico de desajuste en la interacción individuo-puesto de trabajo-organización, que se manifiesta en conductas negativas que repercuten en la Salud Laboral. Así mismo, esta disciplina trata de poner en práctica los conocimientos, métodos, técnicas y estrategias desarrolladas principalmente por la Psicosociología con la finalidad de comprender, intervenir, prever y promocionar la salud de los trabajadores y todo lo que tiene que ver con el ámbito laboral (González, 1992). Esta perspectiva analítica resulta propicia para la aproximación comprehensiva, integral, que precisa el fenómeno del alcoholismo en el mundo laboral.

En esta primera conceptualización ha aparecido el término de Salud Laboral. Desde el planteamiento que acabamos de hacer mención, adoptamos la filosofía que late en el concepto de Salud propuesto por la O.M.S. (1948), concepto que ha sido retomado por la mayor parte de las legislaciones europeas en materia de prevención de riesgos laborales, en el cual se explicita de forma clara que "La Salud es un estado de bienestar físico, mental y social, y no meramente la ausencia de daño y enfermedad".

Igualmente, la O.I.T. (1984) define de manera más concreta el fin que se persigue al abogar por un concepto (enfoque) de Salud Laboral específico: "La Salud Laboral está dirigida a promover y mantener el más alto grado de bienestar físico, mental y social de los trabajadores en todas las operaciones. Prevenir cualquier desviación de su estado de salud causado por las condiciones de trabajo. Proteger a los trabajadores en sus empleos frente a los riesgos resultantes de los diversos factores para su salud. Colocar y mantener al trabajador en un ambiente laboral adaptado a sus condiciones fisiológicas y psicológicas. Y, en suma, adaptar el trabajo al hombre, y cada hombre a su trabajo".

El alcoholismo constituye un problema que presenta, como mínimo, dos vertientes negativas o disfuncionales. Por un lado, el alcoholismo es susceptible de afectar a las distintas condiciones y procesos en los cuales se desarrolla todo trabajo, y, por otro, determinadas condiciones, procesos y medio ambiente de trabajo van a afectar (generar, mantener, potenciar) en el consumo abusivo de bebidas alcohólicas. El alcoholismo es, pues, causa y efecto. Es decir, para llevarlo al terreno analítico propuesto, se trata de un factor y síntoma de Inadaptación Laboral. En este sentido, creemos que resulta pertinente detenernos en lo que se ha venido a denominar como el nuevo enfoque de las condiciones y medio ambiente de trabajo (CYMAT), un planteamiento renovador e integrador que posibilita un acercamiento comprehensivo al problema del alcoholismo en el ámbito laboral. Si nos remitimos a la propia definición (Clerc, 1987, OIT) podemos observar de entrada la inclusión e interrelación de todos los factores psicosociales (variables, aspectos, procesos) que se desencadenan en el ámbito laboral y que, como ya hemos advertido, van a determinar la generación de procesos de adaptación/inadaptación laboral. El concepto indica que: "las condiciones y medio ambiente de trabajo están constituidas por los factores socio-técnicos y organizacionales del proceso de producción implantado en el establecimiento (o condiciones de trabajo) y por los factores de riesgo del medio ambiente de trabajo. Ambos grupos de factores constituyen las exigencias, requerimientos y limitaciones del puesto de trabajo, cuya articulación sinérgica o combinada da lugar a la carga global de trabajo prescrito, la cual es asumida, asignada o impuesta a cada trabajador, provocando de manera inmediata o mediata, efectos directos o indirectos, positivos o negativos, sobre la vida y salud física, psíquica y/o mental de los trabajadores. Dichos efectos están en función de la actividad o trabajo efectivamente realizado, de las características personales, de las respectivas capacidades de adaptación y resistencia de los trabajadores ante los dos grupos de factores antes mencionados. Dichos factores están determinados en última instancia por el proceso de trabajo vigente, el cual a su vez es el resultante de las relaciones sociales y de las interrelaciones entre las variables que actúan a nivel del contexto socio-económico y las características propias de los establecimientos; es este proceso de trabajo el que define la naturaleza específica de la tarea a realizar por el colectivo de trabajo y por cada uno de los que ocupan dichos puestos" (véase también Castillo y Prieto, 1983).

Atendiendo al enfoque planteado, vemos que los factores psicosociales presentes en el trabajo, derivados de la interacción/interrelación/articulación del propio medio ambiente de trabajo, las características de la organización (empresa, cultura organizacional), la naturaleza del puesto de trabajo (conjunto de tareas y responsabilidades), las capacidades-necesidades-expectativas del trabajador, y de sus condiciones personales (extralaborales), fundamentalmente, van a afectar la salud laboral del propio trabajador (o sea, su calidad de vida laboral, su rendimiento, su satisfacción en el trabajo). Todo ello, en consecuencia, va a determinar la salud vital del mismo, ya que como indica Prieto et al. (1994) "trabajar en buenas condiciones es vivir en buenas condiciones". Lo uno influye y repercute en gran medida en lo otro. Dicho burdamente, "dime en qué condiciones trabajas y te diré cómo es tu vida" (familiar, conyugal, social, etc.).

Un medio ambiente físico contaminado e insalubre (ruido excesivo, condiciones térmicas elevadas, vibraciones, con presencia de contaminantes, etc.), una organización del trabajo inapropiada (inestabilidad laboral, trabajo a turnos y trabajo nocturno, la duración excesiva del trabajo, un estilo organizativo poco participativo, impersonal, cambios tecnológicos sin planificación, sin posibilidad de reciclaje, etc.), un puesto de trabajo con sobrecarga (tanto cuantitativa como cualitativamente), con tareas monótonas y repetitivas (automatización procesos productivos), con escasa autonomía o significado (despersonalización, deshumanización), factores humanos del entorno laboral o clima laboral problemático (falta de apoyo de superiores, excesiva competitividad entre compañeros, imposibilidad de desarrollo-promoción de carrera, problemas con los subordinados (falta de entendimiento, complot, conflictividad en general), y las propias características personales del trabajador (capacidades, experiencia, expectativas, etc.)... van a repercutir en/posibilitar/fomentar un consumo problemático de alcohol de los propios trabajadores. Así mismo, la ingesta abusiva de bebidas alcohólicas va a desencadenar una serie de consecuencias en varias dimensiones del ámbito laboral, a saber: 1) el trabajador, 2) el puesto de trabajo y 3) la organización (empresa). Véamos, aunque sea someramente, cada uno de estos efectos.

Por lo que se refiere a las consecuencias del abuso del alcohol en el trabajador, podemos destacar, sin ánimo de exahusividad: pérdida/deterioro de la autoestima, desestructuración de la identidad, despersonalización, sensación de fracaso, sensación de inutilidad (vacío), inseguridad personal, degradación, ansiedad, estrés, desesperación, insatisfacción, desequilibrios físicos y psíquicos, agresividad, conflictividad, desmotivación, fatiga, aislamiento, envejecimiento prematuro, suicidio.

Por lo que respecta a los efectos del consumo excesivo de bebidas alcohólicas sobre el puesto de trabajo, nos encontramos con: dejadez y negligencias sobre los objetivos/metas a cumplir, incapacidad para responsabilizarse de determinadas tareas encomendadas, impuntualidad, trabajos mal realizados, entregas a destiempo, sobrecarga por acumulación de tareas, insatisfacción-desmotivación-desimplicación en el desarrollo del trabajo, desinterés, descuido/incumplimiento de las normativas de higiene/seguridad en el propio puesto de trabajo.

Por último, los anteriores efectos van a repercutir, implícita o explícitamente, en la buena marcha y en la dinámica cotidiana de la organización. La pérdida de competencia del trabajador alcohólico va afectar a la competitividad de la empresa. Al descender el rendimiento del trabajador y, por tanto, la productividad, va revertir sobre los costes y la producción general de la empresa (ni que decir tiene que la calidad de los procesos/productos/servicios queda totalmente mermada). Asimismo, el consumo de alcohol de los trabajadores, como se constata en todos los informes e investigaciones, afectará a los índices de siniestralidad, absentismo, conflictividad, satisfacción y clima laboral de la plantilla.

5. A MODO DE CONCLUSION: INADAPTACION LABORAL COMO INADAPTACION SOCIAL

Vamos a finalizar con el mismo talante que iniciábamos este recorrido. Bogani (1975) fue claro y tajante al insistir en el aspecto de que "las bebidas alcohólicas no son un alimento natural. Su consumo, más que una necesidad humana, es la expresión de un patrón cultural y de la acción de los intereses económicos". Baste con repasar muy por encima los medios de comunicación de masas, en todas sus vertientes, y constatar el bombardeo tan espectacular de anuncios de bebidas alcohólicas, tal instigación (sutilmente ofertada) responde fundamentalmente a un beneficio suculento por parte de las grandes empresas nacionales y multinacionales, en detrimento de un deterioro progresivo de la salud de los trabajadores en particular y de los ciudadanos en general. Hábitos y pautas de consumo alcohólico tan arraigadas, tan toleradas, tan asumidas, por parte y en todos los estratos de la sociedad, son reproducidas en uno de los entornos donde el ser humano pasa más tiempo, el trabajo (véase a continuación la perspectiva desarrollada de forma gráfica).


La combinación de tradición, cultura, intereses capitalistas, marketing instigador, tiempos críticos, individualismo, identidad consumista, cambio vertiginoso, transformación de los valores...generan el caldo de cultivo que propicia un consumo perjudicial de una de las drogas más mortíferas que existen.

Para concluir cabe destacar uno de los puntos fundamentales para entender el alcoholismo laboral: la centralidad del trabajo. El trabajo, aquí y ahora, sigue siendo un elemento central para el ser humano. Trabajar en buenas condiciones es sinónimo de vivir en buenas condiciones y viceversa. Igualmente, el hecho de no poder desarrollar una actividad laboral o realizarla en condiciones precarias, va a desencadenar procesos de desajuste y desestructuración (en la interrelación trabajador-puesto de trabajo-organización) que conducirá, antes o después, al deterioro considerable de la salud en el trabajo. Deterioro que se manifestará a través de distintos factores e indicadores de inadaptación laboral, siendo el alcoholismo en el trabajo uno de esos problemas. Grave, precisamente por su arraigo y tolerancia socio-empresarial. Dramático, precisamente por las secuelas que genera a nivel psicosocial en el propio trabajador alcohólico. Es en este punto cuando defendemos la tesis de que el alcoholismo en el ámbito del trabajo constituye una inadaptación laboral que tiende a degenerar en inadaptación social. Inadaptación social por los graves efectos que produce en el propio trabajador alcohólico y en todo su entorno: problemas de integración, participación, comunicación, afectividad (amical, familiar, filial, de pareja). Problemas de etiquetamiento, marginación y exclusión sociales. Lo que, en resumidas cuentas, podríamos denominar como el "estigma social de alcohólico". Como indica Feuerlein (1981, citado por Rodríguez-Martos) "Cuando el alcohol crea problemas, entonces, el alcohol es el problema". Constituye un problema porque el alcoholismo afecta, y no está de sobra insistir en ello, a todas las culturas, a todas las organizaciones, a todas las clases y grupos sociales, a todo colectivo, a todas las profesiones, a todo tipo de trabajador, a todo tipo de personalidad, a todas las partes del organismo, a toda célula. Como indicaba el Director de la FAD (1996): "Puede haber discrepancias a la hora de ordenar las razones por las que el problema (del consumo de drogas en el mundo laboral) es grave pero nadie niega la gravedad del problema. Puede haber manifestaciones diversas a la hora de señalar la prioridad de algunas actuaciones para poner freno a las dificultades pero nadie niega la urgencia global de poner en marcha estas soluciones e intentar paliar las dificultades".

La cultura del alcohol presente en todos los ámbitos de lo social, juega un pernicioso papel en la esfera laboral. El arraigo y la tolerancia social con respecto a dicha sustancia posee un coste muy elevado en/para la empresa, un coste muy alto para el trabajador y su entorno.

Creemos que se está haciendo un gran esfuerzo a nivel de diagnóstico y tratamiento, no obstante, no se está poniendo el mismo empeño en lo que creemos que debería ser el primer paso: la comprensión de la compleja naturaleza del alcoholismo laboral. Sin un adecuado y completo conocimiento de todos los aspectos, componentes, dimensiones y factores que están implicados en el fenómeno, será imposible que el posterior diagnóstico-tratamiento-intervención llegue a ofrecer soluciones mínimamente plausibles. Así mismo, los planes que se elaboren en estas materias, deberían ser preventivos, sistemáticos, globales, y estar consensuados por todos los niveles que componen las empresas (con el fin de evitar problemas y suspicacias); para ello, creemos que los canales de comunicación-información-participación deben ser lo más fluidos y flexibles que sea posible; de igual forma, los equipos que diseñen los programas de drogodependencias en las empresas, deben de ser equipos interdisciplinares y diversos los instrumentos de medida. Aunque se han realizado grandes avances en esta esfera, hay que poner más hincapié en el seguimiento de los programas de drogodependencia, ya que esta fase, las más de las veces, suele brillar por su ausencia. Con ello se detectarían muchas lagunas y se corregirían muchos errores. Con esta forma de proceder, los programas e iniciativas serían, con el tiempo, mejores, más aceptados, y, por ende, más efectivos. La mayor efectividad generaría una mayor sensibilidad en el empresariado a este tipo de programas e intervenciones, y evitaría su visión del alcoholismo como un problema individual y tratado bajo el modelo biomédico, cuya resolución implica elevados costes para la propia empresa.

Por todo lo mencionado, creemos que no está de más pedir de forma encarecida la implicación, la participación, la coordinación, el apoyo, la contribución, la sensibilización de todos. Empezando por las administraciones públicas, siguiendo por las instituciones académicas y organizaciones empresariales (y sindicales), y terminando con el incremento de la concienciación y responsabilidad del propio ciudadano. Responsabilidad que tan sólo se logrará con la implementación de adecuadas políticas (sustentadas en la evidencia empírica que posibilitan los sólidos enfoques teóricos) desde el mismo seno familiar (como principal agente y resorte socializador) y su consiguiente aplicación en centros educativos.

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