viernes, 3 de diciembre de 2010

PADRES ADICTOS AL TRABAJO

PADRES ADICTOS AL TRABAJO
03/12/10

La tecnología nos permite estar todo el día conectados con nuestro trabajo. A muchos padres y madres les gusta más su trabajo que estar en casa, y les resulta más cómodo pasar el día y parte de la noche en la oficina que atendiendo a los hijos. Y cuando llegan a casa siguen enganchados con la excusa de que tienen que seguir trabajando. Lo cierto es que la adicción de los padres al trabajo perjudica gravemente a sus hijos.

Algunas personas centran tanto su vida en el trabajo y le dedican tal cantidad de tiempo que desatienden otros quehaceres y obligaciones. Se suelen olvidar de que también son padres y esposos. Llegan a obsesionarse hasta el punto de que sus relaciones sociales desaparecen o las limitan a personas relacionadas con su entorno laboral.

A primeros de noviembre, en una conferencia que impartí en una importante empresa tecnológica española uno de sus directivos reconocía, abiertamente, que la adicción al trabajo estaba promovida desde su propia empresa, porque a ellos les interesaba gente que trabajase mucho, no gente que fuese feliz.

Sin embargo, ese mismo directivo tuvo que reconocer que había tenido problemas con algunos trabajadores cualificados con importantes responsabilidades en la empresa, porque había llegado un momento en el que no daban más de sí. Alguno de ellos, por su adicción al trabajo, había perdido incluso a su familia, se había divorciado o estaba en proceso de divorcio y ya no era tan rentable como antes. En realidad esos trabajadores pasados de rosca se pueden llegar a convertir en un problema para la empresa, que les habrá estado estrujado todo el jugo y ahora ya no recibirá beneficios de ellos, sino solo problemas.

Lo cierto es que la culpa no era del trabajador sino de la propia empresa que había promovido esa actitud de trabajar las 24 horas del día, siete días a la semana, y de estar siempre pendiente del negocio.

La adicción al trabajo suele aparecer a partir de los 30 años en personas con un nivel social y económico medio o medio alto. A veces se produce para escapar a un vacío existencial, porque no se encuentra motivación alguna fuera del ámbito laboral. La vida familiar se ve afectada por la falta de atención y dedicación. Y eso lo sufren sobre todo los hijos, que no entienden que su padre y/o su madre pasen tanto tiempo fuera de casa y no tenga ganas de hacer nada al llegar. Sus pensamientos giran siempre en torno al trabajo y no saben disfrutar de las vacaciones ni de los fines de semana; se agobian cuando tienen tiempo libre y esperan ansiosos su vuelta al trabajo.

En la actualidad es una de las formas de adicción legal sin droga más habituales. Generalmente no tienen mala imagen porque estamos viviendo en una sociedad en la que priman, por encima de otras consideraciones de índole moral o personal, valores como la búsqueda de bienes materiales, el éxito social, la competitividad o la productividad. Y en la empresa se valora, y mucho, la dedicación al trabajo.

Esta adicción al trabajo tiene sus repercusiones en el ámbito de la salud. Francisco Alonso-Fernández, presidente de la Sociedad Europea de Psiquiatría Social y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, señala en su libro Las nuevas adicciones que se ha demostrado que alrededor del 25% de enfermos coronarios de entre 40 y 60 años son adictos al trabajo, con una entrega desproporcionada e irrefrenable a la actividad laboral a costa de suprimir la vida personal y familiar y de sacrificar otros aspectos gratificantes de la existencia humana”. Suelen presentar otros factores de riesgo cardiovascular como hipertensión, alteraciones de los lípidos, sedentarismo, obesidad y consumo de drogas químicas.

Días atrás, en una charla que impartí en un colegio de Valencia, una mujer preocupada me decía que su marido se pasa todo el día trabajando y cuanto llega a casa sigue haciéndolo. Dice que no puede dejar su trabajo ni un minuto porque su labor es imprescindible para la empresa. Es una situación que se va agravando con el paso de los meses y su matrimonio se estaba resintiendo, igual que la relación de él con sus hijos. Estaba preocupada, la pobre mujer, por los problemas de salud que podría tener su esposo en un plazo no lejano.

Lo cierto es que los problemas de salud se van a producir antes o después si no baja el ritmo de dedicación al trabajo. No se trata de trabajar menos, sino menos tiempo y dedicar una parte de la vida a la familia y los hijos, que para eso se ha creado un hogar.

Esta adicción se ha llegado a relacionar con una situación que se produce en Japón donde existe un problema social denominado Karoshi. Se trata de la muerte ocasionada por un exceso de trabajo. Generalmente las víctimas de este tipo de fallecimientos son hombres: 95 por ciento frente al cinco por ciento de las mujeres. Ese desenlace fatal suele producirse cuando el afectado tiene entre 40 y 60 años, a través de una hemorragia cerebral o una enfermedad coronaria como pueda ser la angina de pecho, infarto de miocardio o muerte súbita. Al final de todo ello la triste realidad es que sus hijos quedan huérfanos.

Es característico que el padre adicto al trabajo justifica su ausencia del hogar por las responsabilidades profesionales. Muchas veces, las familias aceptan, también, esta justificación. El adicto piensa que la familia le exige demasiado y no se da cuenta realmente de cuánto le necesitan sus hijos, que echan de menos al padre. A veces el origen del problema es la propia familia, y se utiliza el trabajo para evitar conflictos y no tener que resolver problemas con los hijos y su educación, o con el cónyuge. Son muy infelices en su vida personal pero no ponen remedio, porque no saben que son adictos.

JUAN MANUEL ROMERO MARTÍN

http://www.prnoticias.com/index.php/home/859/10062304

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