La edad moderna trajo consigo la
glorificación teórica del trabajo, cuya consecuencia es la
transformación de toda la sociedad en una de trabajo. Sin embargo, en la
realización del deseo, al igual que sucede en los cuentos de hadas,
llega un momento en que puede ser contraproducente, puesto que se trata
de una sociedad de subordinados que está a punto de ser liberada de las
trabas laborales, la cual desconoce esas otras actividades más elevadas y
significativas por cuya causa merecería ganarse la libertad.
Un poco de historia
En el mundo antiguo y las comunidades
primitivas no existe un término como el del trabajo actual, en el cual
se engloban actividades muy diversas, asalariadas y no asalariadas,
penosas y satisfactorias, necesarias para ganarse la vida o para cubrir
las propias necesidades. En Grecia se juzgaba que la cualificación y
distinción entre las actividades era algo esencial. Aristóteles
las diferenciaba entre libres y serviles, y rechazaba estas últimas
porque “inutilizaban al cuerpo, al alma y a la inteligencia para el uso o
la práctica de la virtud”; comparaba el trabajo “que se hace para
otros” al del esclavo y criticaba con energía la
actividad crematística que “pone todas las facultades al servicio de
producir dinero”.
Consideraba que la finalidad de la
actividad tenía extrema importancia, pero dicho fin no se podía
restringir a la utilidad de las actividades. Entendía que las labores de
provecho (leer y escribir, por ejemplo, servían para la administración
de la casa; el dibujo para evaluar el trabajo de los artesanos), pero a
su entender tales actividades no debían perseguir siempre un beneficio.
“Buscar en todo la utilidad es lo que menos se ajusta a las personas
libres y magnánimas”. Según él era también preciso preguntarse, en qué modo determinadas actividades contribuyen a la formación del carácter y del alma.
En aquellos tiempos el ocio era mucho
más valorado que hoy en día, incluso más que cualquier tipo de trabajo.
Pensadores y filósofos llamaban a reflexionar sobre la manera de ocupar
este tiempo de no trabajo.
En efecto, decía Aristóteles: ambos, trabajo correcto y ocio, son
necesarios, pero este último es preferible tanto al trabajo como a su
fin, se ha de investigar a qué se debe dedicar el ocio, y también deben
aprenderse y formar parte de la educación ciertas cosas con vistas a un
ocio en la diversión.
En la época medieval el trabajo en
general no ganó mayor aprecio. Desde la perspectiva cristiana existió
una inclinación a justificar el trabajo, pero no a verlo como algo
valioso. Los pensadores cristianos se referían al principio paulino
“quien no trabaja no debe comer”, pero entendían que éste era un castigo
o, cuando menos, un deber.
Se justificaba el trabajo por la
maldición bíblica y por la necesidad de evitar estar ocioso. Como vemos
el ocio aquí comenzaba a adquirir una connotación distinta.
Sin embargo, la vida monástica dedicada a
la contemplación se valoraba mejor que el trabajo. Para legitimar esta
excepción al principio paulino, filósofos como Santo Tomás argumentaba
que el trabajo era un deber que incumbía a la especie humana, pero no a cada hombre en particular.
Trabajo, un papel trascendental en la sociedad
Al trabajo no se le atribuía, a
diferencia de lo que ocurre en la actualidad, un papel trascendente en
la sociabilidad. Tanto en el mundo antiguo como en la edad media se
miraba al ser humano como un ser sociable por naturaleza. No había que
inventar razones para justificar la agrupación de los individuos, como
más tarde se requirió a través de los modelos contractualistas.
Las personas, según esa perspectiva,
solo podían realizarse o completarse como tales, viviendo en sociedad;
al margen de ella, llegó a decir Aristóteles, el hombre “o es una
bestia, o es un Dios”. El trabajo, no se concebió como el fundamento de
la asociación humana. Para los griegos, la actividad asociativa por
excelencia era la actividad política.
La visión del trabajo como actividad fundamentalmente homogénea, no diferenciada, tenía también consecuencias prácticas: enmascaraba
la distinción entre trabajo penoso y satisfactorio, y entre el trabajo
manual y el intelectual; justificaba la desigualdad como necesidad
técnica debida a la división del trabajo; y por último, ocultaba el
hecho de que el trabajo era un elemento discriminador por excelencia
debido al diverso estatus de vida que proporcionaba según el lugar que
ocupaban los individuos en la producción.
Sin embargo, esta concepción del trabajo
ha venido coexistiendo con una cierta jerarquización, al margen de su
consideración moral, basada en criterios económicos, justificados en
buena medida por los teóricos de la ciencia económica.
Desde este ángulo, los niveles más altos
de la escala correspondían al trabajo generador de plusvalía, conocido
como labor productiva; al que se intercambiaba por dinero a través del
comercio o del salario, frente a aquel que no reunía estos requisitos
como es el doméstico, y al identificado con la creación de productos
artificiales.
Como correlato, se despreciaba el
trabajo dedicado a las necesidades vitales y al que no dejaba huella,
símbolo o prueba para ser recordado. El trabajo dedicado a las labores naturales como la reproducción o el cuidado, carecía de valor.
Qué es la adicción al trabajo
El término adicto al trabajo se utiliza
para describir a todas las personas que hacen mucho: a quienes se apuran
continuamente, están siempre ocupados o realizan muchas tareas
permanentemente.
Se trata de una adicción a la acción, en
el sentido más estricto de la palabra. El tipo de acción puede variar y
los adictos a veces parecen estar quietos y aun descansando. En esos
momentos, seguramente su mente está trabajando a toda velocidad,
resolviendo problemas, imaginando planes y tareas. La palabra, en
inglés, “workaholic” y ahora, en siglo XXI denominado como burnout, es decir, quemado,
define a aquellos colaboradores que, de forma gradual, van perdiendo
estabilidad emocional y se convierten en adictos al control y al poder,
en un intento por lograr el éxito.
En ese sentido se entiende que la
persona adicta al trabajo es aquella que, literalmente, ha hecho de él,
el centro de su vida, de manera que el trabajo ocupa un papel
preponderante que resta importancia a la familia, la vida social y el
ocio.
La adicción al trabajo afecta en su
mayor parte a los varones entre 35 y 50 años, profesionales liberales y
mandos intermedios, que emplean su trabajo de forma compulsiva para
evitar problemas afectivos en la familia o pareja. Los adictos al trabajo son los que transforman su trabajo en su casa.
La presión social para lograr el éxito,
el exceso de ambición y la incapacidad para establecer un orden de
prioridades son algunas de las principales causas, que sumadas a
conflictos afectivos sin resolver, acaban en la adicción.
A diferencia de otras dependencias, ésta logra un consenso social, está bien vista. Cierto
que el trabajo dignifica, paga la factura y las cuentas, desarrolla las
habilidades personales y permite avanzar al individuo y a la sociedad.
Cuando anula el resto de los aspectos de la vida y afecta al resto de colaboradores,
es cuando la virtud, deja de serlo y se convierte en un vicio. Es
cuando la persona se descentra o sale de su centro, de su justo
equilibrio y armonía.
La adicción al trabajo comenzó a ser
estudiada en Estados Unidos sobre los años 80. En Japón se estudian sus
efectos: el karoshi o la muerte súbita en el escritorio por causas de
hemorragia cerebral o insuficiencia respiratoria o cardíaca sobreviene
por un exceso de fatiga física y mental que produce hipertensión.
Hoy es un riesgo psicosocial más. La
adicción al trabajo es la principal conducta autodestructiva del
presente, crece y agrega adictos a sus filas sin ser enfrentada por
ninguna campaña de educación para la salud en las empresas. Es aceptada
sin discusiones. Lejos de recibir críticas, los adictos son premiados
por la sociedad muy habitualmente: con el éxito y la muerte.
Grupos diferentes de adicción
Para los expertos se clasifican atendiendo al siguiente orden:
- cognitivos o mentales. Se caracterizan por
la ansiedad e irritabilidad; depresión; necesidad creciente de laborar
más y dedicarle más tiempo al trabajo; preocupación constante por el
rendimiento laboral; la sensación continua de estar agobiado, de no
llegar a todo; sensación de vacío emocional; la infravaloración de otros
tipos de actividad
- fisiológicos. Conllevan estrés, insomnio y, a largo plazo, hipertensión arterial y aumento de sufrir enfermedades vasculares, y
- síntomas de comportamiento. Radica en la
necesidad casi compulsiva de realizar listas de cosas por hacer y de
anotar en la agenda hasta el más mínimo detalle. Es la incapacidad de
estar sin trabajar durante un periodo prolongado sin experimentar
ansiedad, inquietud e irritabilidad; alejamiento de la familia y los
amigos
El primer grupo de adicción es
el complaciente, que se caracteriza por ser menos ambicioso y más
sociable que los otros adictos. Para ellos la aprobación del jefe y de
los compañeros de trabajo es de gran importancia. Se callan sus
problemas y tienen más posibilidades de caer en una depresión.
El segundo tipo es el de los
controladores. Son independientes y ambiciosos, y odian perder el
control. Cuando descienden en su rendimiento laboral, se vuelven
ansiosos e irritables.
El tercero es el del narcisista
controlador. Su personalidad está desequilibrada y, en situaciones de
tensión, puede llegar a la “despersonalización” (sensación de no ser uno
mismo, de no conocerse a sí mismo) y a la “des-realización” (sensación
de ver y experimentar lo circundante como un sueño). Como
características importantes se pueden mencionar una implicación elevada,
el impulso por presiones personales, muy poca capacidad de disfrute, la
búsqueda de poder o prestigio, y todo esto acompañado frecuentemente
del sentimiento de inferioridad y miedo al fracaso.
Los síntomas más referidos son la
negación del problema, una distorsión de la realidad, la necesidad de
control, tolerancia creciente y la abstinencia en vacaciones. Es
conveniente aclarar que no toda dedicación intensa al trabajo es adicción.
Puede haber personas trabajadoras que saben desconectarse en su tiempo libre. Los adictos carecen de control, no se desconectan, y el trabajo es el elemento prioritario de todo lo que le rodea.
El adicto es una persona insatisfecha o irritable cuando está fuera del trabajo. Las consecuencias más graves que padece son: relaciones
familiares deterioradas; aislamiento; carencia o pérdida del sentido
del humor; desinterés por las relaciones interpersonales no productivas;
debilitamiento de la salud; calidad de vida deficitaria provocada por
el consumo abusivo del alcohol y el tabaco; tiempo libre muy reducido y
ritmo de sueño muy malo.
10 señales del burnout/quemado en el trabajo
Aunque todavía no existe un estudio científico oficial, el agotamiento por el trabajo es el mayor desafío para el sistema de salud mundialy se espera que los síntomas relacionados con el estrés empeoren a medida que el trabajo se vuelva más global y competitivo.
Cuando una persona comienza a estar
quemada, por diferentes motivos como podrían ser el exceso de horas
extras, las cuales pueden llegar a ser contraproducentes pues se da una
disminución de la productividad y estrés crónico, bien sea por las
condiciones laborales, el ambiente en el trabajo, etc., es cuestión de
comenzar a plantearse ciertas cosas, tanto como empresa o trabajador.
Si se experimentan cualquiera de esta sintomatología, es posible que se dirija hacia el agotamiento laboral y
debería reconsiderar su equilibrio entre trabajo y vida, aun sabiendo
que con la crisis, no se está para abandonar puestos de trabajo:
- falta de concentración. El agotamiento
físico y mental crónico puede conducir a diversos problemas cognitivos,
siendo el más frecuente la incapacidad para concentrarse, mantener la
atención o recordar cosas. La Asociación Americana de Psicología dice
que nuestro cerebro solo está diseñado para manejar el estrés en
periodos cortos, por tanto cuando está presente continuamente, se
desarrolla el estrés crónico, uno de los mayores males que ataca al
mundo
- sensación de que siempre hay mucho más que hacer.
A pesar de que se dedica al trabajo más horas de las que debería,
existe la sensación de que se debería laborar aún más. La persona que
padece este síntoma suele ser frenética, demasiado involucrada y
ambiciosa que sacrifica su vida personal y su salud para sus puestos de
trabajo, sobre todo cuando están luchando por un ascenso. Si éste tarda
en llegar o finalmente no ve recompensa a su sacrificio, podría sufrir
algunos trastornos mentales
- sentimiento de culpabilidad. El individuo
labora constantemente, pero no obtiene los resultados que desea, quizá,
debido a que tiene un exceso de trabajo o éste es demasiado pesado. Esto
lo hace sentir culpable y acaba trabajando aún más. Entra en el círculo
vicioso en donde cada vez dedicará más tiempo al trabajo, pero será
cada vez menos productivo
- física y emocionalmente agotado todo el tiempo.
El estrés puede agotar al ser humano en todos los sentidos. La
vitalidad puede desaparecer dando paso al cansancio constante. Con el
tiempo, el estrés crónico puede conducir a otros problemas de salud,
como problemas digestivos, enfermedades del corazón y depresión
- estado de ánimo cambia frecuentemente. El
agotamiento físico y mental puede conducirle al agotamiento emocional y
la pérdida del sentido del humor. Sencillamente, se está mal, y eso hace
que el carácter cada vez sea más “explosivo” con los seres queridos y
al mismo tiempo, más dóciles en la compañía. En el caso de los líderes,
cuando están agotados mentalmente, pueden pagarlo con su equipo de
trabajo
- aislamiento social. Cuando una persona
está quemada, suele aislarse de las relaciones sociales. Cada vez tendrá
más necesidad de quedarse en casa y no hacer las cosas que hasta ahora
hacía con su grupo de amigos. Si a esto le añade el agotamiento físico y
mental que incrementa las horas de cama o sofá aún sin poder conciliar
el sueño, la situación empeora. Cuidado con este punto, pues estaría
subiendo el primer escalón hacia la depresión. Salga rápidamente de ahí
- empeora la salud. Edwin R. Shirley, profesor de psiquiatría en la Universidad Case Western Reserve,
dice que cuando no se tiene la energía o el interés para hacer frente a
su día de trabajo, debido al cansancio, agotamiento mental o estrés
crónico, el sistema inmunitario comienza a verse dañado, dando paso a
las enfermedades. El cansancio hará que cada vez sean más los días que
llega tarde al trabajo debido a “una mala noche” y al mismo tiempo
aumentarán las llamadas a la organización para decir que está enfermo o
posponer las cosas en el trabajo
- no se puede dormir. A pesar del cansancio y
agotamiento, cuando llega la hora, no puede conciliar el sueño. El
insomnio suele aparecer cuando la cabeza está cargada de preocupaciones,
y por tanto, la falta de sueño cada vez lo conducirá a un peor estado
de salud
- se bebe cada vez más. En ocasiones, la
bebida aparece como una forma de evadirse del estrés o los problemas
laborales, por lo que cada vez beberá más y los problemas serán mayores.
Así comienzan los peores casos de adicción, y
- está quemado. Toda persona sabe cuando
algo no va bien. No se siente lleno, se percibe deprimido. Si ha
reconocido muchos de los puntos que se han expuesto anteriormente.
Simplemente, hágace dos preguntas: ¿estoy quemado? La respuesta es
sencilla, sí o no, claro que partiendo de que el 90% de la
población, no hay estudio oficial, no está contento con la vida que
lleva, formúlese una segunda pregunta: si cambio de trabajo, ¿dejaría de
estar quemado? Partiendo de que hoy día tener un trabajo es una
bendición, lo cierto es que cuando está en juego la salud por el
trabajo, se debe analizar lo que se debería hacer para sentirse más
lleno
En ocasiones, las corporaciones deberían
ser más conscientes en la salud laboralque ofrecen a su plantilla de
trabajadores. El término productividad, no se está empleando
correctamente en los centros de trabajo, en especial en el área de
recursos humanos, pues no se trata de que con menos subordinados que laboren más horas, y con ello la situación vaya a mejorar.
Puede que así ocurra en el corto plazo,
pero a largo se está mermando la competitividad empresarial. Teniendo en
cuenta que la salud como compañía depende de la de los trabajadores, en
una corporación en donde todo el mundo está quemado, de no cambiar sus
políticas y luchar por tener una plantilla motivada, no tardará en caer.
Para reflexionar…
¿Cuánto estaría dispuesto a pagar usted
por contratar a un consejero que le permitiera conocerse mucho mejor,
que le ayudara a descubrir los recursos que encierra en su interior y
que le mostrara los obstáculos que no le dejan avanzar?
Dentro de cada persona existe una
facultad que no se utiliza la mayor parte de las veces, sencillamente
porque no sabe que se tiene. Descubrir esta facultad y aprender a
emplearla puede ser una de las cosas más importantes que se puede hacer
en la vida.
A través de ella, se alcanza a conocer
los entresijos y recovecos más profundos, pues nada escapa a su
capacidad de ver en medio de la oscuridad. El sistema de
condicionamiento social ha ido progresivamente alejando a los seres
humanos de algo que se resiste a ser comprendido desde el intelecto y la
razón, y que cuando se manifiesta no lo hace a través de una
explicación, sino de una experiencia. Es precisamente esta
experiencia la que tiene la capacidad de dar por completo la vuelta a la
manera en la que se ven ciertas cosas.
Esta facultad que no tiene nombre sabe
exactamente por qué la vida es como es. Entiende por qué se reacciona de
la forma en la que se hace y también comprende qué es lo que hace a los
individuos tan difícil poder cambiar. Su contacto con el cuerpo es tan
estrecho que con frecuencia se manifiesta a través de él. El problema es
que no es fácil interpretar un mensaje que no suele llegar con palabras
sino con sensaciones corporales o con imágenes que para la mente no
acaben de tener sentido.
Dentro de cada individuo
inexorablemente existe una sabiduría esencial que tendría la capacidad
de sanarlos mental y emocionalmente si se le prestara un poquito de
atención. Inconsciente se da cuenta de aquellas certezas y
convicciones que se tienen sin saberlo y que limitan profundamente la
capacidad de alcanzar aquello a lo que se aspira. Dichas convicciones
ancladas a nivel profundo son además las que disparan muchas de las
emociones que se experimentan. Cuando note cómo ante una determinada
situación su cuerpo se tensa a la vez le invade un sentimiento de furia o
miedo, es importante empezar a conectar con esta sabiduría interior.
Para ello recomiendo buscar un lugar en donde no lo interrumpan y cerrar
los ojos mientras mantiene enfocada su atención en las sensaciones
corporales.
Conclusión
Hay que hacerse una pregunta del tipo
¿qué es lo que está ocurriendo dentro de mí para que me sienta así? Es
muy importante aguardar en silencio con el convencimiento pleno de que
antes o después se va a obtener una valiosa respuesta.
Si se evita responder desde la cabeza o
analizar la situación, ocurre algo muy sorprendente. Esa sabiduría
interior que conscientemente no se puede percibir, transmitirá un
mensaje que se debe acoger. Como nada de este proceso tiene una
explicación racional, suele faltar fe, confianza y paciencia requeridas
para recibir aquello que tiene un poder transformador. Sin embargo, si
persiste se descubrirá algunos de esos lastres que se arrastran y que no
dejan progresar al ser humano.
A veces, una frase o una palabra
surgirán del fondo de nuestro ser, de un lugar completamente diferente a
donde se está acostumbrado a escuchar a la voz interior, a la vez que
se experimenta una curiosa relajación muscular. Albert Einstein
recordaba que “ningún problema importante puede ser resuelto desde el
mismo nivel de pensamiento que lo creó”. La mente no para de crear los
problemas que solo la sabiduría interior es capaz de resolver.
Fuentes: María Bosqued, Mario Alonso Puig WOBI, Wikipedia, NWMN Consultores.
http://www.idconline.com.mx/laboral/2013/08/07/adicciones-al-trabajo