Aclimatarse o aclimorirse. La violencia en el trabajo.
Fecha: 20/07/2010
Fuente: http://www.nuevatribuna.es/
Fuente Foto: www.ajb.org.ar
El incremento detectado por la OMS y la OIT de las enfermedades mentales y de los riesgos psicosociales, el incremento del consumo de drogas y fármacos relacionados con el estrés, la depresión y la ansiedad, apuntan a un universo mucho más amplio y complejo en el que las condiciones de trabajo aparecen, cada vez más, como causas relevantes.
Gregorio Benito. Durante los últimos años venimos conociendo, a través de los medios de comunicación o de sentencias judiciales, algunas situaciones de suicidio de trabajadores cuyo origen son las condiciones de trabajo. Es su frecuencia, en una determinada empresa y en determinadas situaciones del trabajador en la empresa o la decisión de un juez, lo que convierte en público este hecho, ya que, habitualmente, esta decisión límite se suele ocultar. No hay que olvidar que el suicidio está condenado actualmente por las leyes humanas y religiosas. Pero estas condenas se aplican al propio suicida.
Menos frecuente es que se realice una investigación, y se haga pública, sobre las causas y las posibles responsabilidades del entorno, que inducen activamente o adoptan una actitud pasiva, promoviendo o permitiendo una decisión tan grave. Se trata de acciones verdaderamente criminales, bien por acción o por denegación de auxilio, contempladas en nuestro Código Penal.
El incremento detectado por la OMS y la OIT de las enfermedades mentales y de los riesgos psicosociales, el incremento del consumo de drogas y fármacos relacionados con el estrés, la depresión y la ansiedad, apuntan a un universo mucho más amplio y complejo en el que las condiciones de trabajo aparecen, cada vez más, como causas relevantes.
En nuestro país, según los últimos datos del INE, los fallecimientos por suicidio, con 3.421 casos, se han colocado en el año 2008 en la primera causa de muerte no natural.
Unas condiciones de trabajo en tensión permanente, pueden conducir a los individuos a ejercer violencia sobre los demás, incluidos compañeros y familiares, o hacia sí mismos. Y esa violencia puede ser física, psíquica o tener consecuencias psicosomáticas. Y como en los accidentes de trabajo tradicionales los grados de lesividad pueden ser leves, graves, muy graves o mortales.
Situaciones prolongadas y/o agudas de ansiedad y estrés provocan también un incremento de patologías cardiovasculares, desequilibrios hormonales, trastornos del sueño, y otras consecuencias patológicas muchas veces irreversibles.
Las graves deficiencias de nuestro sistema sanitario en la actuación respecto a las enfermedades derivadas del trabajo, su declaración, registro y seguimiento, se agudizan en este caso por no tener acogida en la normativa actual y por la facilidad que ofrecen para derivarse a contingencias comunes.
Uno de los temas menos abordados es qué pueden hacer las organizaciones sindicales ante un problema tan amplio y grave. En mi opinión los empresarios han logrado ocultar la contradicción fundamental y engañar a los trabajadores. La contradicción fundamental es una contradicción de clases, derivada de la existencia de clases, y se debe de explicitar en una lucha de clases y no en enfrentamientos en el seno de la clase obrera. Este error por parte del movimiento obrero lleva a la insolidaridad, a la competitividad entre trabajadores, a la desaparición del compañerismo y al surgimiento de acoso laboral entre compañeros, de xenofobia en el trabajo, etc. El empresario se limita a echar leña al fuego cuando pierde fuerza o a instigarlo.
La recuperación del concepto de clase y su aplicación teórica y práctica por parte de las organizaciones sindicales, concepción abandonada con gran alegría y frivolidad en aras del bastante menos trascendente “diálogo social”, es una condición necesaria para afrontar la actual confusión de qué nos pasa.
Gregorio Benito. Durante los últimos años venimos conociendo, a través de los medios de comunicación o de sentencias judiciales, algunas situaciones de suicidio de trabajadores cuyo origen son las condiciones de trabajo. Es su frecuencia, en una determinada empresa y en determinadas situaciones del trabajador en la empresa o la decisión de un juez, lo que convierte en público este hecho, ya que, habitualmente, esta decisión límite se suele ocultar. No hay que olvidar que el suicidio está condenado actualmente por las leyes humanas y religiosas. Pero estas condenas se aplican al propio suicida.
Menos frecuente es que se realice una investigación, y se haga pública, sobre las causas y las posibles responsabilidades del entorno, que inducen activamente o adoptan una actitud pasiva, promoviendo o permitiendo una decisión tan grave. Se trata de acciones verdaderamente criminales, bien por acción o por denegación de auxilio, contempladas en nuestro Código Penal.
El incremento detectado por la OMS y la OIT de las enfermedades mentales y de los riesgos psicosociales, el incremento del consumo de drogas y fármacos relacionados con el estrés, la depresión y la ansiedad, apuntan a un universo mucho más amplio y complejo en el que las condiciones de trabajo aparecen, cada vez más, como causas relevantes.
En nuestro país, según los últimos datos del INE, los fallecimientos por suicidio, con 3.421 casos, se han colocado en el año 2008 en la primera causa de muerte no natural.
Unas condiciones de trabajo en tensión permanente, pueden conducir a los individuos a ejercer violencia sobre los demás, incluidos compañeros y familiares, o hacia sí mismos. Y esa violencia puede ser física, psíquica o tener consecuencias psicosomáticas. Y como en los accidentes de trabajo tradicionales los grados de lesividad pueden ser leves, graves, muy graves o mortales.
Situaciones prolongadas y/o agudas de ansiedad y estrés provocan también un incremento de patologías cardiovasculares, desequilibrios hormonales, trastornos del sueño, y otras consecuencias patológicas muchas veces irreversibles.
Las graves deficiencias de nuestro sistema sanitario en la actuación respecto a las enfermedades derivadas del trabajo, su declaración, registro y seguimiento, se agudizan en este caso por no tener acogida en la normativa actual y por la facilidad que ofrecen para derivarse a contingencias comunes.
Uno de los temas menos abordados es qué pueden hacer las organizaciones sindicales ante un problema tan amplio y grave. En mi opinión los empresarios han logrado ocultar la contradicción fundamental y engañar a los trabajadores. La contradicción fundamental es una contradicción de clases, derivada de la existencia de clases, y se debe de explicitar en una lucha de clases y no en enfrentamientos en el seno de la clase obrera. Este error por parte del movimiento obrero lleva a la insolidaridad, a la competitividad entre trabajadores, a la desaparición del compañerismo y al surgimiento de acoso laboral entre compañeros, de xenofobia en el trabajo, etc. El empresario se limita a echar leña al fuego cuando pierde fuerza o a instigarlo.
La recuperación del concepto de clase y su aplicación teórica y práctica por parte de las organizaciones sindicales, concepción abandonada con gran alegría y frivolidad en aras del bastante menos trascendente “diálogo social”, es una condición necesaria para afrontar la actual confusión de qué nos pasa.
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