jueves, 18 de junio de 2009

En el Laberinto - Una historia para contar en capítulos

Pasó un tiempo, y una tarde de lluvia primaveral, recibo una invitación telefónica para participar de una fiesta que organizaba Eduardo.
El lugar era un casco de estancia en Pilar, muy selecto, y en esa época Pilar no era lo que es hoy, y decidí no asistir. Llamé para agradecer la invitación y dar alguna excusa a alguien que me atendió muy cortesmente. Pasó un tiempo y me llamó personalmente Eduardo, donde entre otras cosas me comentó que lamentó que no hubiera ido a la fiesta de Pilar, y que necesitaba reunirse conmigo, y que el próximo fin de semana iba a estar en una isla del delta, en la localidad de Tigre, que no aceptaba un no como respuesta, ya que necesitaba relatarme algo y necesitaba que alguien como yo, fuera de su entorno social, laboral y familiar pudiera pensar con él.
El lugar, hermoso, en medio de la naturaleza de rio, islas, verde y parrilla, asado, y una reducida comitiva que acompañaba a Eduardo, hacían de ese sábado, un día ideal, cerca de fin de año, con una temperatura que animaba al short, remera y ojotas. Luego de una opípara parillada con excesivo acompañamiento de vino especialmente para Eduardo, y mientras los demás hacían otras actividades, nos sentamos con Eduardo a la sombra de un arbol, y comenzó a relatarme nuevamente un derrotero de éxitos, actividades, viajes, un nuevo romance, y finalmente, con la reiteración de reserva, volvió a explicarme que su consumo, "aunque no tan grave ahora", lo tuvo muy mal, en algunos momentos. "Ernesto, quiero que sepas, que soy una persona que aunque para todos soy exitoso, tengo un lado difícil. Recordás que te hablé de Mónica, de la mujer de la que me enamoré. Con ella sucedió algo terrible, algo que no puedo cambiar, un destino que me marca cada día, con el que sueño y no puedo reparar. Culpa mía, Mónica murió. En mis manos. Mi maldito consumo tiene que ver en esto. Fué en un regreso de Mar del Plata, alocado, ella iba dormida a mi lado, yo conducía, pero no solo. Conmigo estaban el alcohol y la cocaína. Fué un instante, a 170 kms por hora, todo es un instante. Pisé la banquina y tras muchas vueltas y gran mareo, el silencio. Sepulcral. Mónica murió, pero lo más grave es que con ella murió mi hijo. Ibamos a ser padres. Hay veces que siento que ella es mi conciencia. No hay palabras para expresar lo que he sentido y aún siento. La sueño. Empeoré en mis consumos por mucho tiempo. Aunque ahora estoy intentando controlarme, no es fácil. Tengo tanta culpa. He hecho terapia, y meditación, me he volcado al trabajo y a tantas cosas. Pero nada alivia. Se que vos sos un tipo al que no le debo nada, imparcial, que me ha escuchado una vez, y parece mentira, pero luego de hablar con vos, sentí alivio, no se porqué. me gustaría saber que pensás."
Eduardo, estaba contandome algo terrible. Le dije que no tenía respuestas para él. Sólo lo podía escuchar. Que yo no era ni un analista, ni un juez, nada más una persona que lo podía escuchar.
"Ernesto, en unos días, viajo a Mar del Plata, negocios, y me gustaría que me acompañes. Hablemos de una suma de dinero, un incentivo para vos, como amigos te digo que necesito que me acompañes. Hablaremos también de tus proyectos, que podría apoyar. Vamos pensalo rápido y ayudame."
Regresé del delta del Tigre con bastantes interrogantes. Finalmente, me decidí a acompañarlo. Era un Diciembre especialmente cálido, y Mar del Plata, su costa de mar era también un incentivo. Alli tenía algunos amigos. Un jueves temprano, en un super auto importado Eduardo me pasó a buscar, rumbo a Mar del Plata.

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