domingo, 4 de julio de 2010
Llegar antes que las drogas
Prevención de adicciones
Llegar antes que las drogas
Los expertos recomiendan comenzar la prevención desde el jardín de infantes e incentivar el diálogo familiar
Cuando Claudia comenzó a recibir mensajes por celular de Alan, su hijo de 22 años, intuyó que algo no estaba bien. Los mensajes decían: "En la villa hay muchos chicos que se están desviando" y minutos más tarde otro con el texto: "Renuncio a esta vida que no me pudo enamorar". Alan se suicidó en las vías de un ferrocarril, en Nochebuena, después de haber consumido dos dosis de cocaína y de haber revelado el nombre del dealer de su barrio.
Al parecer Alan era un chico muy sensible, cerrado, que nunca contaba lo que le pasaba y un profundo defensor de la justicia. A pesar de que consumía drogas desde hacía bastante tiempo, su familia no lo sabía. Con la voz temblorosa Claudia cuenta: "Ese día nos desayunamos que consumía. Con los mensajes estaba pidiendo auxilio, pero llegamos tarde. Las drogas son un infierno".
A partir de esta experiencia, Claudia abrió un merendero en el garaje de su casa en Villa Elisa, Entre Ríos, para dar cobijo a chicos vulnerables. Con una tristeza que no termina de irse por completo dice: "Creíamos que la droga y la muerte estaban lejos, hasta que un día toca a tu puerta sin aviso".
Las cifras acerca de la cantidad de personas que logran recuperarse del consumo abusivo o dependiente de drogas a largo plazo son alarmantes. Sólo el 28% de los adictos terminó algún programa de rehabilitación subsidiado por el Estado nacional y un 4% consiguió alta médica, según cifras de la Evaluación de Tratamientos en pacientes por abuso de sustancias de 2009 de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar). Estas cifras se vuelven más problemáticas al observar que son muy pocos los adictos que buscan algún tipo de tratamiento en primer lugar. Por eso las ONG, el Gobierno, los familiares de adictos y los curas villeros ponen el foco en la prevención, en llegar antes que la adicción, esta enfermedad crónica de la que es tan difícil recuperarse y puede llegar a destruir la vida de los adictos y sus familias.
Expertos coinciden en que la drogadicción se instaura en la carencia de algo. "El adicto se siente solo, o tiene miedo, o busca evadir algo, o no soporta a su familia, o no sabe enfrentarse a sí mismo", dice Karina Casal, directora nacional de Prevención y Capacitación de Sedronar. Al hablar acerca de la prevención se dejan de lado las consecuencias del consumo y se buscan las causas de la adicción, que generalmente son múltiples.
La deserción escolar, el poco diálogo familiar y un ámbito de amigos que consuman pueden acrecentar las probabilidades de que el joven caiga en las drogas. Según la Encuesta Nacional sobre consumo en estudiantes del Nivel Medio del Sedronar, el consumo de drogas se duplica cuando los jóvenes no comparten ningún día la mesa familiar, y carecen de este espacio para el diálogo.
En el mismo estudio se registraron consumos más altos en los jóvenes que no creen que sus proyectos personales a futuro sean buenos.
Como el consumo del paco se registra desde edades tempranas que oscilan entre los 10 y 11 años, la prevención también tiene que empezar en esa etapa. La ley nacional de prevención educativa aprobada recientemente, aún no reglamentada, propone que la prevención empiece desde jardín de infantes. La ley plantea que desde esa edad se puede empezar a tratar de forma inespecífica los factores que ponen en riesgo de consumo a los jóvenes, como la baja autoestima, la presión grupal, la desvalorización y la necesidad de desinhibirse.
"Desde Sedronar contamos con el programa educativo Quiero ser, que consiste en fortalecer los valores de los jóvenes desde los primeros años escolares", dice Casal. Este programa, que comenzó a realizarse de forma integral desde 2006, alcanza a 270.000 jóvenes. Sin embargo, Sedronar no cuenta actualmente con mediciones para comprobar la efectividad de sus programas de prevención.
Juan Pablo Berra, de la Fundación Equipos Promotores de Prevención de Adicciones (EPPA) Padres, trabajó durante diez años en Vida Nueva, centro de rehabilitación para adictos. Luego de comprobar que se lograban resultados tan magros con esfuerzos logísticos y humanos enormes -sólo uno de cada 10 se recuperaba- decidió dedicarse tiempo completo a la prevención.
El proyecto más innovador de EPPA Padres es el equipo de 200 chicos entre los 16 y 17 años, que les explican a los alumnos más chicos las experiencias que tuvieron con el alcohol, sustancia que más mata a los jóvenes y por la cual entran al consumo de las drogas. "Si los más grandes les dicen no sabés lo que me pasó, soy un tarado, no tenés por qué vivir lo mismo, los más chicos los escuchan con atención y los respetan", explica Berra.
El consumo en las villas
La prevención llegó tarde al consumo de paco en las villas de la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, donde el consumo de esta sustancia se disparó en estos últimos años. Según la Federación de Organizaciones no Gubernamentales de la Argentina (Fonga) aumentó 400% el número de pacientes en tratamiento por paco en los últimos tres años.
Los sectores más marginados como las villas son los que conviven día a día con este flagelo. Según un estudio del Observatorio de Adicciones de la ciudad, "si bien se registra consumo en todos los sectores sociales, el mismo es mayor en los sectores sociales de mayor vulnerabilidad". Este estudio indica que el 3,5% de la población debajo de la línea de indigencia consumió paco alguna vez. Roberto Canay, responsable del observatorio, cree que lo importante es intervenir antes, no sólo porque evita padecimientos y sufrimientos a la familia, sino porque es más barato invertir en prevención que en rehabilitación.
"Algunos creen que es irrestricto el consumo, que no hay problema en consumir. Pero sí lo hay, los chicos se mueren", dice Wilbur Grimson, de la Fundación Prevención Social. Grimson cree que la situación de riesgo en las villas está dada por la marginación social "que se expresa por las dificultades en el acceso a la salud, a la educación, a la alimentación adecuada y a la convivencia con vendedores y distribuidores de droga".
Los curas villeros tienen en marcha varios proyectos de prevención que incluye a 3000 jóvenes de las villas. "Tenemos un grupo de exploradores que está coordinado por un grupo de jóvenes líderes de 16 años, que significa un compromiso muy grande porque para estar temprano el sábado en la iglesia, la mayoría no sale la noche anterior", dice el padre Carlos Charly Olivero, de la parroquia de la Virgen de los Milagros de Caacupé.
"Para los pibes más inquietos tenemos la escuela de fútbol y la murga. Además brindamos apoyo escolar, ya que la escuela es elemental en la prevención. Por lo general, el que está fuera de la escuela perdió el tren y se engancha en macanas", cuenta el padre Charly entusiasmado.
En uno de los talleres de escritura de la parroquia una joven que dejó de consumir drogas gracias al trabajo de los curas villeros describe la violencia y desolación que se vive día a día en la villa: "Los vendedores se disponen a lo largo de los pasillos, uno, dos, tres por cuadra. Cuando uno camina por estos lugares el dolor y la tristeza se perciben en el aire. Corre mucha miseria entre los pasillos de mi barrio, ahí se alojan los chicos que no tienen alguien que los contenga. Sus rostros están negros, sus cabellos sucios y enredados. Me da mucha pena, la gente los discrimina (...) Tengo la esperanza que de a poco todo va a cambiar, así como cambié yo".
María Isabel Rego, integrante de la ONG Hay Otra Esperanza (también llamada Madres del Paco) tiene un hijo que consume paco y cree que las políticas públicas de prevención son insuficientes. "Estamos ante una emergencia. El Gobierno no dice la cantidad de jóvenes que se mueren por el paco, aparecen como muertes cardiorrespiratorias o accidentes. Al esconder las cifras reales están escondiendo la magnitud del problema y, de ese modo, es imposible prevenir -dice Rego-. A nuestros hijos les venden drogas en las puertas del colegio." Estas madres se juntan todos los jueves, de 11 a 14, en la Plaza de Mayo con pañuelos negros como forma de protesta.
"Antes de probar hay un montón de cosas para hablar. No tengan miedo de contar qué les pasa, hablen con sus padres, con la gente que los quiere y que los va a aconsejar bien", recomienda Sergio Peiffer, operador socioterapéutico del Programa San Andrés que sabe de lo que habla, ya que le llevó 10 años recuperarse de las drogas y aún hoy se sigue cuidando. De diez amigos que vivían en el Bajo Flores, sólo él dejo de consumir drogas y ocho terminaron muertos.
Berra cree que muchos padres son adictos al trabajo, al gimnasio y no saben vincularse con sus hijos. "Los chicos se dan cuenta de que les falta un diálogo profundo con sus padres. Los chicos que consumen por lo general están mal espiritualmente y buscan migajas de placer en las drogas, hay que enseñarles placeres que les haga bien", agrega Berra.
Hay muchos jóvenes esclavos de las drogas a los que la prevención les llegó tarde o de una forma ineficiente. Para poder llegar antes a estos chicos, los expertos recomiendan el apoyo de los padres desde el amor, la comprensión y la escucha.
Por Teodelina Basavilbaso
De la Fundación LA NACION
Contactos
* EPPA Padres: www.eppapadres.com.ar
* Fundación de Prevención Social: www.fundaprevsoc.com.ar
* Hay Otra Esperanza: www.hayotraesperanza.com.ar
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1276531
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