miércoles, 7 de julio de 2010

Riesgo, vulnerabilidad psicosocial y resiliencia

Riesgo, vulnerabilidad psicosocial y
resiliencia: un enfoque preventivo para
el desarrollo de habilidades para la vida

María Elena Castro y Mónica Margain*
Planteamiento
Se habla mucho de los estilos de vida actuales pero se refl exiona poco,
sobre ellos, lo cierto es que hoy en día la normalización del riesgo que
conllevan es predominante. Sabemos que el desarrollo psicosocial de las
personas se encuentra fuertemente impactado por el diario acontecer de
la vida, es decir, por los llamados ambientes clave y por el clima de las
comunidades en las que vivimos; con esto queremos decir que gran parte
de las formas como manejamos nuestras emociones y nuestras sensaciones
de bienestar o malestar se construye a partir de la suma de todo lo que nos
ocurre en el hogar, en la escuela, en el barrio, en el trabajo, todo lo que
explícita o implícitamente está en el aire y nos lleva a sentirnos, a pensar
y a actuar de una u otra manera y, hoy por hoy, esa manera suele estar
coloreada por el riesgo.
Muchos de estos sucesos que acompañan nuestra vida se encuentran fuera
de nuestro control, como los mensajes de los medios de comunicación, la
atención pública en las ofi cinas de gobierno, el grado de desarrollo económico
de los municipios y su impacto en las pequeñas comunidades, así como la venta
y distribución de drogas, la presencia cotidiana de ciertos actos antisociales,
etcétera. Este tipo de impactos son dístales porque no está en las manos de
las personas ni de las comunidades transformarlos. Sin embargo, existen
otro tipo de factores en nuestra vida diaria que son más próximos y que
prácticamente construyen el clima que determina nuestra cotidianidad;
este clima proximal es el que buscamos transformar con el diseño de
intervenciones preventivas dentro de una escuela, dentro de un conjunto de
hogares, en un barrio o entre un grupo de personas afi nes como los chavos
banda o los menores trabajadores, los grupos organizados de mujeres, de
jóvenes, de diferentes minorías, etcétera.
Actualmente estos climas proximales en las escuelas, los hogares y los
barrios se caracterizan por la presencia de factores y conductas de riesgo
como la violencia, la venta de drogas, el consumo indebido de sustancias
que afectan el sistema nervioso central, las conductas antisociales, las
agresiones verbales y físicas entre adultos y/o entre menores y jóvenes;
todo esto combinado con la presencia de eventos negativos de la vida como
la muerte o la enfermedad de un ser querido, los cambios de domicilio
y/o de escuela, las experiencias desagradables con la sexualidad o con
eventos de violencia física y emocional asociados al consumo de sustancias
tóxicas entre personas cercanas, así como el descuido de nuestra salud,
el poco descanso, la mala alimentación, las difi cultades interpersonales
con padres, hermanos y amigos asociados a un inadecuado manejo de las
emociones, las diversas actividades compulsivas durante el tiempo libre y
la ausencia de vínculos interpersonales signifi cativos.
Contrario a lo que la mayoría de las personas, e incluso algunas
instituciones, opinan, la adicción es una de las consecuencias asociadas
a la experimentación con las drogas. La investigación ha demostrado que
aun el uso esporádico y experimental con drogas predispone hacia estilos
de vida riesgosos, este conjunto de factores psicosociales, conductas y
eventos que ocurren en los ambientes proximales y que tienen que ver
con el manejo de la sexualidad, de la agresión, del uso del tiempo libre
y de ciertos actos antisociales presentes en un importante porcentaje de
niños, niñas, preadolescentes, adolescentes, jóvenes y adultos, que aún no
experimentan con sustancias pero que ya tienen una alta probabilidad de
iniciarse y que dimensionan en forma cualitativa y cuantitativa el verdadero
ámbito de la intervención preventiva.
Abordaje de la problemática
La llamada aproximación riesgo-protección con frecuencia ha sido juzgada,
en el terreno de la prevención, con argumentos que incluyen posturas
éticas que invocan el bien y el mal (los valores, lo bueno, lo malo) o bien,
posturas ideológicas que la califi can como neoliberal, capitalista, comunista,
etcétera., entre las que se discute si el concepto de protección está al servicio
de una adaptación manipulada para que el individuo no tome conciencia
de las carencias sociales y económicas ocasionadas por la pobreza y la
marginación social, o bien puesta al servicio de la formación de bases
revolucionarias, si se le mira desde la óptica del contraria. Sin embargo,
la aproximación riesgo-protección es bastante más simple y objetiva: más
que una mera representación y construcción social, es el resultado de la
observación empírica de investigaciones de corte epidemiológico que han
podido sistematizar los eventos y conductas asociadas al consumo de drogas.
Estos datos empíricos, que son más que prevalencias y caracterizaciones
sociodemográfi cas, tienen gran valor porque sistematizan datos a nivel
nacional, estatal, municipal e incluso a nivel de pequeñas comunidades,
informándonos que los riesgos existen más allá de posturas éticas o
ideológicas. Esta base científi ca de investigación nos ha permitido avanzar a
una postura que va más allá, que rescata la esencia del ser humano, la base
espiritual más allá de credos, políticas o pertencias socioeconómicas y que
nos recuerda que tenemos derecho a una vida digna y plena constituida por
el vínculo interpersonal profundo y signifi cativo, ese que llena de sentido
nuestras existencias, como respuesta a estilos de vida destructivos del
ambiente, de los vínculos de amor, de la capacidad creativa y del derecho
a sentir sin necesidad de químicos.
Dentro de esta postura científi ca y de investigación, los riesgos se
han clasifi cado en categorías que incluyen lo que le sucede al individuo,
lo que sucede en su entorno (contexto ambiental) y lo que sucede
en los medios de comunicación; se incluye también el llamado riesgo
genético y el grado de desorganización, no sólo de la familia sino también
de las comunidades. Con esto nos dice, por un lado, que los riesgos
están presentes y que afectan a todo tipo de individuos y comunidades,
exponiendo a todos por igual a los efectos de la adversidad. Por otro
lado, la investigación también nos ha enseñado que existe lo que se
denomina vulnerabilidad específi ca, es decir que algunos los individuos y
comunidades son más vulnerables que otros para desarrollar trastornos
psicosociales como las adicciones, la delincuencia, el inadecuado manejo
de las emociones, etcétera. Lo que nos ha permitido desarrollar escalas de
vulnerabilidad psicosocial específi cas para grupos de jóvenes estudiantes,
de comunidades marginadas, etcétera; pero independientemente de la
especifi cidad, el principio general que nos interesa resaltar aquí, con la
intención de ponerlo sobre la mesa e incluirlo en la discusión y refl exión
sobre el trabajo en la prevención de las adicciones, es que tanto la
experimentación, como el uso, el abuso y la adicción, se asocian siempre
a otras conductas de riesgo que indican un grado de vulnerabilidad, por
lo que el uso de drogas debe de prevenirse siempre de forma integral,
con un concepto abarcativo de toda la vida y de los estilos cotidianos con
los que la enfrentamos.
Muchos autores dedicados a investigar el riesgo están de acuerdo
en que el concepto de vulnerabilidad específi ca es lo que caracteriza
al Modelo Psicosocial, por tanto: no todos los individuos ni todos los
riesgos tienen el mismo peso. El concepto de vulnerabilidad es más que
un simple conteo de prevalencias de conductas de riesgo y más que una
serie de análisis estadísticos que la describen como altamente predicativa
del consumo de drogas. Se trasciende su nivel descriptivo cuando en la
clínica y en el trabajo directo con adolescentes, papás, personas adultas
y con las comunidades escolares y los vecinos, empezamos a observar
los efectos de esa vulnerabilidad psicosocial: altos niveles de estrés,
que incrementan en forma notable la sensación subjetiva de malestar
y producen enfermedades, desajustes emocionales y la detención del
desarrollo personal y social de una gran cantidad de niños, niñas,
adolescentes y adultos.

Una imagen cualitativa de lo que signifi ca el estrés, más allá de la estadística,
puede transmitirse con las siguientes imágenes de la vida cotidiana presentes
en una gran cantidad de comunidades de nuestro país:
….un grupo de adolescentes que aprovecha cualquier tiempo
libre en la escuela para reunirse a tomar unas chelas o
cualquier otra bebida alcohólica con los cuates, juntos en una
habitación llena de humo, ausentes de contacto interpersonal
signifi cativo dando como resultado después de dos horas de
reunión, intoxicaciones, contactos sexuales inadecuados o
lastimosos, sensaciones de malestar, expulsiones escolares,
etcétera. Después de dos años en que este tipo de escenas se
repite consistentemente en la vida de un joven, poco a poco
se le va añadiendo al cuadro la presencia de otras drogas, y
con ellas nuevas consecuencias que pueden incluir embarazos
no deseados, abortos, malos entendidos entre compañeros y
padres de familia, así como con maestros y directivos, severos
fracasos académicos y, por tanto, limitaciones al desarrollo
personal; padres confundidos que al cabo de un tiempo de
vivir estas situaciones sin saber cómo enfrentarlas, empiezan a
desarrollar trastornos depresivos, a tener problemas conyugales,
enfermedades gastrointestinales, cáncer, problemas de sueño,
violencia intrafamiliar, etcétera; directivos que se vuelven cada
vez más autoritarios y empiezan a recurrir a la expulsión como
sistema y método para enfrentar problemas; maestros que
no siempre saben cómo actuar pues ellos también tienen su
propia vulnerabilidad; comunidades marginadas que enfrentan
condiciones que las hacen susceptibles de manipulación
porque atribuyen su grado de vulnerabilidad al abandono
de las autoridades; algunos adultos que abusan sexual y
emocionalmente de los niños y niñas, violando sus derechos
más elementales como seres humanos en desarrollo…
Esta simple imagen que al fi nal nos toca a muchos y en distintos niveles
logra, más allá de los números y la estadística, transmitir en un instante la
importancia del concepto de riesgo y vulnerabilidad psicosocial. En efecto,
la formula:
Riesgo acumulado = Vulnerabilidad psicosocial = Estrés
ha sido en la última década la brújula de muchas intervenciones
preventivas, pues más allá de teorías, ideologías y políticas nos ha mostrado
que una gran cantidad de seres humanos que aún no desarrolla trastornos
severos están ya sufriendo y no conocen ningún mecanismo para enfrentar
este sufrimiento, puesto que su dolor no lo resolverán los especialistas
(médicos, psicólogos, sociólogos, abogados, antropólogos) ni los políticos
(funcionaros públicos y partidos políticos). Es necesario que, como
personas y comunidades, aprendamos a enfrentar este sufrimiento juntos
y por nosotros mismos. Sólo a cada uno de nosotros, en lo personal, nos
interesa verdadera, profunda y signifi cativamente nuestro hogar, nuestros
familiares, nuestros hijos e hijas, nuestro barrio, nuestra escuela, nuestros
niños y niñas, nuestra vida.
Respuestas
Una de las respuestas más alentadoras que han construido los investigadores
interesados en trabajar la prevención bajo el enfoque riesgo-protección, es
la que se refi ere a la teoría de la resiliencia, una corriente conceptual que
examina los factores proximales que contribuyen al riesgo, y actúa desde
la protección hacia los vulnerables que enfrentan un grado de adversidad
acumulada. Resiliencia es básicamente fortaleza y contiene los siguientes
componentes básicos:
• Nuevos aprendizajes
• Sentido de pertenencia
• Transformación de los climas comunitarios
• Capacidad de autoevaluarse
que combinados tienen la posibilidad de ofrecernos herramientas para
poder enfrentar con éxito la adversidad y lograr el empoderamiento de las
comunidades vulnerables, es decir, de aquellas que enfrentan un gradiente
importante de riesgo acumulado. Disminuir el estrés acumulado implica,
precisamente, atenuar el dolor mediante nuevos aprendizajes, que en este
contexto, se les ha llamado habilidades para la vida, recuperarse de la
adversidad y del sufrimiento y acceder a una vida signifi cativa.
Cyrulnick,1 uno de los principales autores de la teoría de la resiliencia,
habla de la que llama experiencia luminosa en contraste con la experiencia
traumática. Ambos términos implican procesos psíquicos y sociales, sólo
que hasta ahora, el modelo médico preocupado por curar había puesto el
énfasis en el trauma, en el problema, mientras que la experiencia luminosa,
independientemente del trauma, pone el énfasis en los nuevos aprendizajes
y en la adquisición de habilidades socioafectivas para el manejo de las
emociones. Si una experiencia traumática es capaz de marcar la vida, la
misma fuerza tiene una experiencia luminosa, pero en el sentido opuesto,
en el del fortalecimiento, la protección y el crecimiento.
Derivado de esta postura, los enfoques preventivos actuales han
empezado a manejar e incluir con fuerza la aproximación de intervenciones
comunitarias mediante los llamados paradigmas; desde donde el riesgo es
conceptualizado como todo aquello que se opone al cambio, o bien que lo
paraliza: los barrios llenos de violencia, los hogares donde existen miembros
que abusan de sustancias, la inexistencia de vínculos interpersonales
basados en el afecto, las carencias económicas, entre otros, todo eso que
obstaculiza el diario vivir y que a la larga produce severos trastornos. Las
comunidades se rigidizan cuando sienten que este obstáculo no puede
vencerse porque no depende de ellos mismos sino de alguien más, o bien
cuando concentran todas sus energías en resolver el trauma, el problema.
Este enfoque, centrado en disminuir el consumo y/o disminuir la violencia,
ha sido llamado reactivo porque enfatiza el riesgo y, con frecuencia, con él
los resultados no son proporcionales al esfuerzo: una escuela que trabaja
arduamente en mostrar a los alumnos los efectos negativos de las drogas,
que incrementa sanciones asociadas con la presencia de conductas de riesgo,
etcétera, hace un gran esfuerzo, invierte energía y recursos y la realidad es
que obtiene pocos resultados; lo mismo sucede con los padres de familia
que incrementan su vigilancia, sus sanciones, sus regaños y su nivel de
información y con todo ello no logran eliminar los riesgos. Los enfoques
reactivos tienen a las instituciones, a las familias y a las comunidades
desgastadas y sin credibilidad, además de que han diseminado la creencia
de que la prevención no funciona. Sin embargo, en la última década se han
intensifi cado las intervenciones que promueven un cambio de enfoque, el
enfoque en las soluciones, ese que invita a trabajar en la zona luminosa
de las comunidades, de las familias y de las personas y ya no en sus zonas
oscuras: los riesgos, los problemas.
Así es que el concepto de cambio tiene que ser, defi nitivamente,
revisado y repensado. El enfoque medico y terapéutico nos acostumbró
a un enfoque de cambio que se defi ne por la desaparición o resolución
del problema, o al menos la detención y control de la enfermedad;
generando que la labor preventiva, realizada desde esta postura, implique
el trabajo directo con los riesgos para que disminuyan, se detengan o
desaparezcan. Este enfoque reactivo se preocupa más por el enfoque
global y generalizado del número de personas que consumen sustancias,
y al convertir a las cifras de prevalencia en la metáfora por excelencia para
expresar la magnitud de la problemática, a la manera del modelo médico,
se pregunta ¿cuántos enfermos tenemos?, descuidando otras preguntas
importantes como las que el modelo psicosocial formula: ¿cuáles son las
características del individuo y su ambiente? Un verdadero observatorio
para conocer la problemática de las drogas que sea útil a la prevención,
debe informar sobre las características de los individuos y su ambiente
para ir levantando una a una aquellas estrellas de mar que han sido
arrastradas hasta la playa por la tormenta y que serán devueltas al mar
una a una, con un entusiasmo totalizador que no coloca su mirada, su
fuerza y su energía en aquellas que aún están en la playa, sino en las que
sí han podido ser devueltas al mar. Así, en la prevención, concentramos
el esfuerzo en las pequeñas comunidades: esta escuela en particular,
estos hogares en concreto, estos barrios, y no en masas de población
anónima: los padres de familia, los estudiantes, las mujeres, etcétera,
nuestra labor bajos este nuevo con miras a la solución es de a poquito,
contextualizada, focalizada y direccionalizada, pero es justamente de a
poquito que el cambio se hace posible.
El nuevo enfoque propone concentrar la energía institucional, comunitaria
e individual en las soluciones, la pregunta que lo guía dice: ¿qué nuevos
aprendizajes requieren las personas y las comunidades para enfrentar con
éxito la adversidad existente? El nuevo enfoque esta preocupado por el
desarrollo de los recursos y no por la superación de las carencias. Este nuevo
enfoque proactivo es incluyente, tiene una visión basada en el desarrollo
humano, por lo que es pro-desarrollo humano y no antidroga.
De esta manera, los investigadores y promotores que trabajamos con el
enfoque proactivo estamos interesados en saber más sobre el aprendizaje,
ya que actualmente hasta la investigación básica que se interesa en
explicar los mecanismos adictivos de las personas que ya se enfermaron,
le está dando un peso muy importante a estos aprendizajes para explicar
el porqué de las recaídas y la intervención del aprendizaje en la producción
de endorfi nas mediante actividades placenteras con un componente vital
y espiritual efectivo para enfrentar el sufrimiento. Las comunidades están
aprendiendo a abrirse a nuevos aprendizajes, a disfrutar sin droga, a
desarrollar un sentido de pertenecía, a saber que la buena suerte no llega
de repente, sino que se construye día a día; están practicando técnicas
sencillas de respiración y concentración, para entrar al contacto profundo
con sus necesidades y motivaciones y recordar así que existe algo más
grande que nos une a todos los seres vivos; aprenden nuevas formas de
organización y ayudan a otros para, en retribución, ser también ayudados.
Un sentido del respeto construye armonía en los climas proximales, una
comunicación sencilla y directa que no da lugar a confusión, una forma
de saber qué siento y qué hago con esto; el desarrollo de este tipo de
habilidades por muchas personas de un mismo grupo, así como la capacidad
de organización comunitaria, son capaces de dar testimonios como los
siguientes: “en esta escuela no se hace el Chimalli, se vive”, o un chavo
banda que dice “ahora ya aprendí cómo tener un alucin limpio”, o una
madre adolescente que recupera el valor de tener una familia y que es
capaz de compartir con ella a su hija, o la madre de un hijo adolescente
que recuerda “cómo a pesar de su tamaño, al abrazarlo su hijo se le hace
de nuevo chiquito entre sus brazos”. El placer que ocasiona la fuerza del
vínculo entre los seres humanos es capaz de iluminar una escena en la que
aparentemente dominaba la oscuridad.
Cuando se analizan historias de vida resilientes, es decir, historias de
personas vulnerables que han enfrentado con éxito situaciones muy difíciles
de muerte, separación de seres queridos, guerras, eventos negativos de la
vida acumulados en un lapso muy breve, enfermedades propias o de seres
queridos, profundas decepciones profesionales o personales, etcétera,
con frecuencia se sorprenden y dicen cosas como “no sé de dónde saqué
fuerza para enfrentarlo”, y en un análisis posterior se ve claramente que
no fue una gran fuerza de magnitud proporcional al sufrimiento, sino el
uso de un recurso positivo del vínculo, de la situación, del ambiente, del
contexto, que quizá hasta ese momento parecía inadvertido, es decir, la
misma persona no sabía que tenía ese tipo de recursos o que tiene ese tipo
de posibilidades, y de repente ahí están las oportunidades para aprender
mediante un programa. Es posible descubrir la semilla de la resiliencia
que existe en todos nosotros si sabemos ver las oportunidades y, esto es
justamente, lo que se pretende con los programas preventivos basados en
este enfoque proactivo de riesgo-protección.
La famosa fórmula de la resiliencia que aplicada a nuestro Modelo Chimalli
se lee así: si tengo una red de personas próximas a mí en mi escuela,
en mi barrio y en mi hogar y soy y estoy integrado en cuerpo, mente
y espíritu porque tengo una práctica diaria con técnicas de protección,
entonces puedo ejercer el desarrollo de las habilidades para la vida que he
aprendido, incrementando así mi sensación de bienestar e iluminando con
mi presencia el ambiente que me rodea.
Una persona que ha desarrollado habilidades para la vida en comunidad,
ya sea el hogar, la escuela, el barrio o el grupo de pertenencia, se convierte
en un ejemplo demostrativo, aun en su modesta contribución de individuo
único, porque el espacio interno que se forma dentro de las personas que
son apoyados por sus próximos y que aprenden a integrarse en cuerpo,
mente y espíritu, puede representarse en la metáfora del inmenso campo
oscuro, iluminado por una sola vela, que por pequeña que sea resplandece
y se vuelve ejemplo, luz, esperanza y testimonio.
Notas
* Inepar, A.C. correo electrónico: ineparac@prodigy.net.mx
1 Boris Cyrulnik, Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no
determina la vida, Barcelona, Gedisa, 2002.

Artículo publicado en la revista LiberAddictus.
Para consultar más artículos haga click en:
www.infoadicciones.net

Fuente: http://www.pdf-search.org/preview.php?url=687474703a2f2f7777772e6c6962657261646469637475732e6f72672f5064662f303737392d37332e706466&fname=52696573676f2c2076756c6e65726162696c6964616420707369636f736f6369616c20792020726573696c69656e6369613a20756e20656e666f717565202e2e2e&country=other

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